Es uno de los vampiros más extraños de la mitología griega. La primera referencia que tenemos es la realizada por Aristófanes, quien lo ubica como consorte de Hécate y padre de la abominable Empusa.
Este pasado opulento pronto quedó olvidado y Mormo pasó a convertirse en un personaje vulgar de los cuentos populares griegos, utilizado por las matronas para aterrorizar a los niños inquietos. En este sentido, Mormo es el primer hombre del saco.
Su asociación al vampirismo se fundamenta en dos aspectos centrales: su casta (Hécate, Empusa), y las narraciones populares, que lo describen como un aficionado a morder a los infantes incordiosos.
La edad media fue particularmente severa con Mormo. Allí se le describe como una pequeña entidad repugnante que se alimenta rasgando la piel de los durmientes y lamiendo la sangre de las heridas. Según la tradición medieval sólo existe una manera de ahuyentar a Mormo: pisar su sombra.
Como vampiro, Mormo no destaca mucho. En cambio, como personaje de cuentos picarescos puede presumir de cierto interés. La Edad Media utilizó sus correrías nocturnas por lechos y camastros de un modo más bien humorístico. Su rescate como vampiro proviene de Antón LaVey y su Biblia Satánica. Allí se nos informa de que Mormo es el Señor de los Ghouls, rey de los espíritus antropófagos y amante de la terrorífica Hécate.
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