Antes de que su padre lo enviase a Yomi bajo su propia petición para poder estar con su madre, Susano’o deseó despedirse de su hermana, Amaterasu, aunque en realidad lo que quería era traicionarla, pues sentía celos de su hermosura y poder. Amaterasu, reticente por los deseos de su hermano, cogió un arco y unas cuantas flechas por lo que pudiera pasar antes de acudir a la cita. Sin embargo, Susano’o hizo uso de todos sus encantos y consiguió agasajarla llegándole incluso a proponerle tener hijos. Amaterasu aceptó, aunque antes le pidió que le diera su espada, a la cual de inmediato destrozó de un mordisco dividiéndola en tres trozos al tiempo que de su aliento aparecían tres diosas. Susano’o le pidió a Amaterasu cinco collares, los cuales también masticó para así engendrar a otras deidades. Entonces, discutieron por la custodia de los hijos, ya que Amaterasu aseguraba que eran suyos al haber nacido de sus joyas. Su hermano, por otro lado, creía que había logrado engañarla, así que lo celebró rompiendo paredes que guardaban los campos de arroz, bloqueó los canales de riego y defecó en el templo donde se celebraría el festival de la cosecha. Su conducta desconcertó a los dioses, surgiendo enemistades entre ellos. Susano’o, aunque fue desterrado a Yomi, también merodeó por la Tierra y el Cielo.
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