Su nombre proviene de «Jana», que era el nombre con el que se conocía a las hechiceras en la Edad Media. Es un ser de origen Celta, feérico, es decir, relativo a las hadas, con parecidos a sus semejantes de la península ibérica, como las Xanas de ASturias, las Mouras en Galicia, o las Mari y Mairu de Euskadi.

Son hadas bondadosas, también conocidas como ninfas de la Montaña. Es el ser más amado y respetado por los cántabros debido a su benevolencia, sabiduría y hermosura. Se le atribuye un tamaño pequeño, de medio metro aproximadamente, piel blanca como el mármol a la vez que suave. Posee una dulce voz, parecida al canto de un ruiseñor. Sus ojos se muestran como rasgados, y por lo general, sus pupilas son de color azul. Sus ojos brillan espléndidamente. Su pelo es largo, descrito como rubio dorado o por el contrario, negro azabache, el cual suele estar adornado con flores. Siempre lleva una cruz en la frente.

Sus alas, parecidas a las de una mariposa, son transparentes y difíciles de ver debido a su transparencia. Viste una túnica blanca así como un manto azulado que se convierte en negro cuando llega el invierno, así como en Viernes Santo, día en el que esconde sus cabellos con un pañuelo. De calzado, lleva sandalias de piel de comadreja, así como una hebilla. También se apoya en un cayado, una vara, la cual es más alta que ella y es de color verduzco, decorada con una estrella en el extremo, y la cual dependiendo del día de la semana tiene un brillo distinto. Tal cayado le otorga poder sobre los animales, a los que simplemente con tocarlas, las calma. La Anjana siempre lleva consigo una poción para curar de forma milagrosa a los enfermos.

Se alimentan de los frutos que el bosque les ofrece, destacando las frases o miel. Su longevidad es de cuatrocientos años, y tienen el poder de transformarse en lo que quieren, así como de hacerse invisibles.

Su morada se halla en rutas escondidas y con una entrada complicada, teniendo en ellos los suelos llenos de oro y las paredes de plata, pues acumulan tesoros para repartirlas entre la gente necesitada.

Su principal objetivo es el de proteger de la Naturaleza, más en específico el lugar donde habitan. Se dice que pueden ser vistas por las sendas de los bosques o a orillas de los ríos, arroyos o fuentes, donde parece mantener conversaciones con la propia agua.

Leyendas y creencias: Los cántabros, cuando se ven en un apuro, pueden invocar la ayuda de una Anjana en caso de que se traten de buenas personas. La Anjana, por su parte, también puede castigar a aquéllos que la desobedecen. Cantan la siguiente canción:

«Anjana de la compasión

alíviame el corazón

dame un pocu de consuelu

del que diz bajas del cielu

dame un pocu de alegría

en las horas de esti dia

dame un pocu de la miel

y haz de la pena estiel

Anjana de la güena suerti

las mis penas son de muerti

dame tu la bendición

y alíviame el corazón.»

Las Anjanas también pueden recibir un casigo por «Dios» en caso de que se enamoren o se involucren demasiado con un humano, lo cual les podría hacer perder su misma esencia.

En sus tareas, se encargan de ayudar a animales malheridos, árboles destruidos por tormentas u Ojáncanos, enamorados, gente perdida en el bosque o a los mendigos. Cuando pasa por un pueblo, deja regalos en los hogares de aquéllos que más lo merecen.

De acuerdo a las tradiciones, en el equinoccio de primavera, a media noche, las Anjanas celebran una reunión en las brañas (zonas de pasto primaveral tardío, de altas cumbres), y realizan un ritual de baile hasta que amanece, cogidas de la mano, esparciendo pétalos de color morado, verde, dorado y azules. Se cuenta que aquél que encuentre uno de estos pétalos será feliz toda su vida.

Algunos las han considerado como un personaje navideño, pero pocos se cuentan entre ellos, pues en Cantabria también existe la tradición del Esteru. De acuerdo al libro «Mitos y Leyendas de Cantabria», de Manuel Llano, las Anjanas traen regalos y juguetes para los niños de las familias más pobres en la madrugada del seis de enero cada cuatro años.