raksasha (11)

 

Procedentes de una antigua raza hindú de bestias mitológicas, los Rákshasas son criaturas demoníacas que habitan bajo la forma de un felino humanoide.
Con la cabeza de un depredador, generalmente un tigre, y el cuerpo de un musculoso humano, los Rákshasas son toda una manifestación del mal y la crueldad más salvaje, y caminan siempre en busca del caos.
Su propio nombre, Rákshasa, proviene de la palabra “Rakshas” que significa “guardián” aunque, quizás, la expresión “algo de lo que guardarse” sea más acertada, dada su ansia de destrucción de comunidades humanas.
Conocidos por ser caníbales devoradores de hombres, han ganado su fama destruyendo templos, profanando tumbas y atormentando tanto a vivos como a muertos. Y es que los Pishacas, un tipo de Rakshasa menor propio de los cementerios, impiden el descanso de los difuntos, arrancando su carne podrida y extendiendo enfermedades que afectan también a los vivos.
Los Pishacas tienen la forma de un Goblin diabólico y apestan a putrefacción. Su actividad es mayoritariamente nocturna ya que la luz del día los debilita y aturde. Se asocian con los Grahas, demonios de la enfermedad, también presentes en cementerios, para sus malvados planes y sólo responden ante los Rákshasas más poderosos, a los que consideran sus superiores.
Según los textos del Ramayana, los Rákshasa tenían forma humana y surgieron de los pies del dios Brahma. Este dios eligió a algunos Rákshasa para convertirlos en sus guerreros de élite. Seleccionó a los más crueles y a los que se habían reencarnado varias veces siendo malvados, y les proporcionó dotes especiales.
Entre los más poderosos destacaba Ravana, el líder de los Rákshasas, que poseía 10 cabezas y 20 brazos. Este formidable guerrero era prácticamente indestructible, ya que cuando se le cortaba un brazo volvía a brotar uno nuevo. Las enormes cicatrices de su cuerpo daban fe de las batallas libradas contra los dioses y los humanos.
Los Rákshasas dominaron los bosques, territorio en el que se encontraban cómodos, dada su habilidad para trepar, saltar y camuflarse. Según la leyenda, controlaban la zona geográfica perteneciente a la actual Sri Lanka, y lo hicieron masacrando aldeas y retando a la autoridad de los dioses. La ofensa fue tal, que Vishnú, el jefe de la tríada suprema de dioses hindúes, se encarnó en el rey Rama y asesinó a Ravana. Tras su muerte se restauró la paz en la zona.
La forma más común del Rákshasa es la de felino. Un cuerpo humanoide cubierto de una fina capa de pelaje con el color y los moteados típicos de su raza (tigre, leopardo, pantera, etc.) Otras de las formas que suele adoptar, aunque más raramente, son de la de toro y la de mono.
Sus garras suelen tener la forma inversa a la de los humanos, es decir, tienen las palmas en la parte superior y no la inferior. Brotan de ellas unas afiladas uñas negras con veneno. Lo mismo ocurre con sus colmillos, que también son venenosos, por lo que es muy común que ataquen con mordiscos o con zarpazos.
No es habitual que un Rákshasa luche cuerpo a cuerpo ya que tiene otras muchas formas de acabar con un enemigo, por ejemplo, la capacidad de transformarse en cualquier figura humana. Así, puede convertirse en una figura conocida por el contrincante, como un familiar o un amigo. Además, puede interceptar los pensamientos y leer la mente, con lo que el engaño es total.
Son muy hábiles con la magia, sin embargo, los conjuros no les afectan. Es inútil intentar dar caza a un Rákshasa con artes arcanas. Solamente su naturaleza demoníaca es vulnerable al agua bendita, por lo que usada en un proyectil, a modo de dardo venenoso, puede acabar con ellos instantáneamente.
Son seres solitarios pero muy organizados y leales entre ellos. La mujer Rákshasa, conocida como Rákshasi, es un miembro igual de importante en la sociedad que su contrapartida masculina.
Se dice de los Rákshasas que todo el mal y el rencor que guardan dentro se han acumulado durante varias vidas, ya que siempre se reencarnan en otro Rákshasa que conserva los recuerdos de vidas pasadas. Es por esto que los Rákshasas son, en cierto modo, inmortales. No importa que sea destruido, volverá a la vida como otro Rákshasa con más odio.

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