“Ven a mí” dijo una voz tenebrosa despertándome de mi sueño junto a Lubi en aquella maravillosa alfombra. “Ven a mí…” repitió. Me levanté para mirar a mi alrededor, pero no había nadie. La puerta se fue abriendo de poco en poco. Me asusté, retrocediendo para esconderme, queriendo despertar a Lubi, pero la voz dijo: “Ella duerme, todos duermen. Corre, ven a mí”. Sentí escalofríos que me doblegaron, cayendo sobre mis rodillas. La puerta se abrió del todo y…

La lluvia se separaba en dos capas dejando un camino para mí. Parpadeé. No entró el frío, a pesar de estar desnuda. No entró el miedo, a pesar de desconocer lo que había más allá. Me levanté y di un paso, luego di otro, y otro, y…

Llegué hasta la mansión, caminando desnuda bajo una lluvia que no llegaba a alcanzarme. Descalza sin ensuciarme. Pensé estar soñando, pero no quise darle demasiadas vueltas. Simplemente llegué hasta donde el camino me indicaba, pasando entre habitaciones iluminadas y decoradas con un suelo lleno de pétalos. Daba la sensación de estar más vacía que de costumbre. Llegué hasta la biblioteca, donde la sombra estaba sentada en uno de los sillones, dándome la espalda, simplemente proyectándose desde la chimenea encendida.

–De un lugar cálido a otro. –dijo sonriendo sin verla.

–¿Qué quieres de mí?

–Me encanta tu cuerpo. Me encanta hablarte desnuda. –dijo extendiendo su sombra hasta mí. Di un paso hacia atrás. Ella volvió a su lugar, al sillón, y continuó: –Yo tenía muchísima imaginación hace tiempo. En esa época era analfabeto. No sabía escribir ni dibujar, por lo que nunca pude plasmarla. Y como yo, miles. Sólo los ricos han pasado a la historia, porque ellos fueron criados entre libros y comodidades. Ellos tuvieron tiempo para hacer lo que gente como yo nunca logró.

Me callé, intrigada. Me estaba contando la historia de su vida, y eso me llamaba más la atención que otra cosa. Al parecer, hubo una vez en la que fue humano. No nació siendo demonio.

–Al final, cuando logré el conocimiento, escribí libros. No uno, ni dos, sino trescientos. En vida, sí. Mis manos acabaron quebrándose. Mi mano derecha no podía sujetar una pluma. Mi mano izquierda no era capaz de aguantar el papel. Mi vista se nubló, irritándose por cualquier luz de la vela. Escribí tanto… –se levantó. No tenía forma, era lo que era: una sombra. Caminó hasta una parte de la biblioteca por la que pasó su mano, transformada en garra, diciendo: –Ésta es parte de mi historia. Éstos son los primeros libros que escribí. Morí en el anonimato, pero viví para siempre. He escrito más de diez mil libros. Tengo de todo tipo. Filosofía, thrilles policiales, eróticos, aventuras… Todos los géneros. Incluso de auto ayuda. Pero nunca me atrevería a publicarlos. Están aquí. Apenas han sido cinco las personas que los han leído a través de los años. Y ninguna logró leerlos todos. Incluso a mí se me van olvidando los argumentos.

–¿Por qué no los publicas?

–Porque los que escriben de auto ayuda son los que más la necesitan. Ésta es mi alma expuesta. Mi… alma.

–¿Y cuál es el problema? ¿Tienes miedo de que vean cómo eres realmente?

–No, para nada. Tengo miedo de que sepan quién soy y dónde vivo. Y de que me quiten la inmortalidad. Morí en el anonimato, y así permaneceré, pero viviré para siempre. Hasta cuando el mundo sea carbón y otro sea creado.

–¿Por qué me cuentas esto?

–Porque… –suspiró. –Ahora estoy metiendo toda mi obra en un ordenador. En memorias portátiles. Los hago más accesibles. Algún día los subiré a la red con distintos nombres sin que nadie los asocie.

–Cambiaste el tema, ¿no?

–Tú… serás mi musa. Tengo una sorpresa para ti. –alargó su mano hasta mí. Era una mano etérea. Fui a cogerla, pero mi mano no hizo más que traspasarla. Esbozó una sonrisa en la nebulosa que era y se giró. ¿Cómo pude ver que una sombra se giraba? Caminó afuera de la biblioteca, siguiéndola yo. Entonces llegamos hasta el hall de entrada, donde la lámpara de araña estaba encendida y las velas y los pétalos decoraban todo el alrededor. –¿Recuerdas los cuadros de mi familia? Cuando aprendí a pintar, los dibujé a todos. Porque, claro, descendí al infierno, donde se encontraban.

–¿Eran malos?

–No. Es difícil de explicar. Sin embargo…

–¿Qué?

–Mira. –dijo señalando un rincón oscuro del cual yo no me había percatado. Era… ¡Era mi ex!

–M… ¡Marco! –dije en un casi grito.

–¡Isis! ¿Qué sucede…?

Estaba con las manos atadas, confuso, mirando a su alrededor. Su piel era blanca. Su pelo castaño a modo casco. Tenía gafas. Una nariz redonda y unos labios gruesos. Me miró suplicante. Y la sombra fue adquiriendo un determinado cuerpo. Era un joven de nariz afilada, moreno, piel oscura, pelo corto negro, musculoso, boca firme y pequeña y ojos marrones. Me miró sonriendo. Entonces se puso de espaldas a mí y me tiró contra el suelo, quedándome yo a cuatro.

–¿Qué…? ¿Qué haces? ¿Es esto una especie de venganza? No tiene ni puta gracia, Isis. Suéltame.

–Cállate, idiota. –dijo la sombra. Yo estaba completamente desnuda exponiendo mi vagina ante él. Agarró mis nalgas y le sonrió, masajeándolas. –¿Cómo pudiste dejar escapar esto? ¿Hm? –le preguntó acercándose a mí, mordiendo una de mis nalgas, lamiendo la otra.

–Déjame en paz. Déjame ir o te denunciaré, mamón.

–¿Qué? –rio la sombra. –¿Te he raptado sin que te enteres y vas amenazando? –negó con la cabeza produciendo un chasquido con los labios. –Mira y aprende. –introdujo un dedo suyo en mi vagina. Por vergonzoso que pareciera, estaba excitada. Ver a mi ex delante de mí sin poder moverse mientras un demonio me follaba me ponía a mil. Tensé las piernas, cruzándolas al tiempo que me mordía los labios y contraía mi rostro. Su dedo cambiaba dentro de mí. Se hacía flexible a la vez que duro. Tocaba cien sitios a la vez. De pronto engordaba y se volvía flaco. Me llenaba, me vaciaba, me contraía, me… retorcía de placer. –Dile que te gusta. Dile que te gusta más que con él.

–Me… encanta… –dije con una voz gimiente al hablar. –Tú nunca me follaste así. –le dije al hombre que una vez amé. –Ni follarás a nadie como folla él.

–Pu… ¡Puta! –se revolvió, intentando liberarse. –¡Tú qué sabrás cómo follo! A ti nunca te quise. Nunca te follé como es debido.

Entonces la sombra tocó un punto que tornó mis ojos blancos. Me giré hacia ella y le sonreí. Aquel sátiro me devolvió la sonrisa, amenazándome con un pene gordo y erecto. Me acerqué a él y le di un lametón.

–Mira, se la voy a chupar como nunca te la he chupado a ti. –sostuve su polla en mis manos apoyando mis labios sobre su glande sin hacer nada. Estuve exhalando mi aliento unos segundos hasta que saqué mi lengua y fui saboreando la polla que se agitaba anhelando el placer que mi boca le iba a dar. Le di un besito tierno. Entonces fueron dos, tres. Mi lengua le dio varios toquecitos hasta que me metí la punta dentro, succionando, absorbiendo con fuerza pero dulzura. Dentro de mi boca, mi lengua rebotó unas cuantas veces contra su polla. Luego, me la fui metiendo hasta que alcanzó mi garganta. Incluso más allá. Y con lo que pude estiré mi lengua para acariciar sus huevos.

Entonces la saqué. Tragué saliva y la masturbé un rato, estando lubricada por un poco de su semen y otro tanto por mi abundante saliva. Agarré con fuerza y le di buenas sacudidas para volver a metérmela en la boca. Aquella vez menos sutil. Fui más guarra y me follé su polla con la boca. Volví a sacármela y estuve dando besos a lo largo del tronco hasta que eyaculó un poco. Entonces me la metí en la boca sintiendo su semen inundándome por dentro, cayendo en mi garganta. Su sabor me supo a gloria. Quizá porque era un semen distinto al humano, o porque yo estaba muy cachonda.

Me levanté sin soltarle la polla y masturbé un poco. Lentamente me acerqué hasta mi ex, a quien le dije:

–¿Quieres que te dé un beso?

–Ca… Cállate, zorra. –me dijo mirándome enrojecido. Le di un mordisquito a su oreja y descubrí su empalmada. Se había empalmado mirando.

–Oh, ¿te ha molado la escena? –acerqué mi mano hasta su pene por encima del pantalón y cerré el puño. –¿Te gustaría que te masturbase? ¿Te gustaría que te la chupase como se la chupo a él? –negué con la cabeza sonriendo. –Te vas a tener que aguantar y ver cómo me folla como la zorra que soy para él, pero que nunca fui para ti.

Y en ese instante la sombra me susurró:

–Me encanta esa maldad.

–Calla y fóllame. –le pedí volviendo a ponerme a cuatro. Primero me comió un rato la vagina, penetrándome con su lengua, chocando su cara contra mi culo al cual también comió a intervalos. Tras un rato así, me introdujo su polla, moldeándola a su antojo en mi interior, como tantas otras veces. Y movió sus caderas, obligándome a cerrar los puños y gemir a gritos. Agarró mis pechos y los sobó de arriba abajo para seguir excitando y haciendo rabiar a mi ex, que pensaba que le acabaríamos haciendo partícipe.

Gateé con la polla del demonio follándome. Gateé hasta estar encima del pantalón de aquel hombre atado. Acerqué mi boca hasta su polla y exhalé mi aliento como hice con el demonio. Moví mi boca por encima, sin llegar a tocarla, y me reí más, echando mi espalda hacia atrás para que el demonio y yo estuviéramos erguidos y pudiéramos besarnos mientras follábamos.

El sudor, los gemidos, la temperatura del lugar subía… Mi ex empezó a marearse, estando tan cachondo que necesitaba eyacular. Lo ignoré por completo, centrándome en mi placer. Era lo bueno de estar con un demonio, que no te preocupabas por tu pareja, sólo por ti, porque sabías que él haría lo que quisiera. Entonces de su cuerpo empezó a manar una especie de nube negra. Mi ex se percató de que estaba ante algo sobrenatural. Las lámparas empezaron a moverse. Los cuadros tuvieron vida, retorciéndose las caras que había en ellos. Se oyeron gritos de niñas. Chillidos, incluso. Se oyeron llantos de bebés y de hombres ancianos. Se oyeron cuchillos afilados chocar entre ellos. Y se oyeron mis gemidos por encima de aquello.

El demonio siguió follándome. No le presté atención al ambiente, sólo al placer que me daba. Sentir su polla inundándome una y otra vez. De hecho, le nació otra polla por encima de la suya que penetró mi culo. Torcí mis ojos. Me estaba follando el coño y el culo al mismo tiempo y, para colmo, a intensidades distintas, lo que le daba un mayor placer.

La puerta del hall se abrió, entrando una bocanada de aire frío y lluvia, y de ahí aparecieron cuatro hombres más, distintos, musculosos también como aquél que me follaba. Y la sombra me dijo:

–Soy yo dividido, no temas.

Asentí con la cabeza y aquellos hombres acercaron sus pollas a mi cuerpo. La puerta se cerró de golpe y miré a mi ex:

–Mira cómo me follan, cómo recibo el placer que nunca tú tendrás. Sólo te follarías a cinco pavas buenas pagando, fanfarrón.

El demonio guardó una de sus pollas para pasar a darme por el culo, mientras uno de aquellos hombres se ponía debajo de mí. Entonces, los tres que quedaban se pusieron frente a mí, y me alterné. Con mis dos manos masturbé a dos y con mi boca comí al que tenía enfrente. Éste agarró mi pelo y me folló la boca con agresividad. Los que tenía agarrados se fueron soltando para follarme el culo. Cada uno con una polla distinta. Cada uno con una intensidad distinta. Pero todos ellos tenían los mismos ojos. Los ojos del mismo demonio.

Aun así, parecía que fueran varios, por lo que el morbo aumentaba. Me estaban tratando como a una puta, pero eso me encantaba en aquellos instantes. Me la metían sin piedad, estando mi ano bien dilatado. Me la metían con brusquedad, follándome con gemidos que procedían de voces distintas. Cada vez tenía una polla nueva en mi ano, una polla nueva en mi boca, pero siempre la misma polla follándome sin descanso la vagina.

Entonces comencé a sentir eyaculaciones. Una en mi boca, otra en mi ano, otra en mi vagina, otra en mi cara, y la última se la ahorró. Aquel hombre me puso de espaldas contra mi ex, quedando mi cabeza entre sus piernas, tocando mi nuca su pene, y entonces se folló mis tetas. Se folló mis tetas gimiendo mientras clavaba sus ojos en aquel hombre. Me folló una y otra y otra vez. Me puso encima de él, incluso. Sentí el pene por el que tanto estuve enamorada tiempo atrás clavándoseme en la espalda. Y aquel demonio me folló. Y me corrí como una loca.

Una vez, dos, tres… Los orgasmos no dejaban de llegar. Era una sucesión de placeres intensos que no tenían fin. Y entonces se la sacó y se corrió, cayendo parte de la corrida encima del hombre que tenía debajo.

–Se… Serás puta… –dijo llorando. Yo me había inclinado para limpiar la polla de semen de aquel hombre. Me la metí bien hasta el fondo y la saboreé contorneando mi lengua. Me giré hacia él y le pregunté con aquella polla metida en la boca:

–¿No era que no me amaste? ¿Por qué te iba a dar rabia?

–Zorra… Puede que yo te engañase, pero tú te has vuelto una puta. Nunca recuperarás tu dignidad. Follarte a cinco tíos que ni conoces a la vez…

–¿Decías algo? –preguntó el demonio. Me puse de pie, tambaleándome. Tuve que sentarme en un sillón al lado de mi ex a observar cómo aquellas copias suyas se iban juntando en él. Cómo se fundían y se fusionaban al demonio. Y así los cinco fueron uno, y aquel uno se transformó en la sombra que era. Una sombra con una sonrisa perturbadora que fue haciéndose más y más grande ante él, y le dijo: –Ahora ella es mía, y lo será hasta que el Infierno se congele.

Y su nube negra se introdujo en mi ex, ahogándolo, dejándolo inconsciente, diciéndole en sueños:

“Vivirás con esto para siempre. Y nadie, nadie, nadie te creerá jamás…”

Lo último que supe de él fue que se mudó lejos, muy lejos, a otro país incluso tras haber estado visitando a varios psicólogos. Una venganza más que perfecta. Pero antes de que eso sucediera, yo seguía estando a su lado, desnuda, deslizando un dedo sobre mi figura mirando al demonio.

–¿Te gusta?

–¿Te gusta a ti? –preguntó sonriendo otra vez, devorando mi alma con su sonrisa.

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