Nos caímos rendidas las dos sin darnos cuenta. Ella primero. De pronto su personaje dejó de atacar y al ir a mirarla la vi con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, apoyada en el sofá y tumbada sobre la alfombra. Miré hacia la puerta y vi el pestillo echado. Además, la lluvia caer era muy relajante. Cerré los ojos un momento y me pasó lo mismo que a ella. Me dormí.

Lo malo era dormir en aquel lugar.

Era peor que estar despierto.

No, Freddy Krugger no acudió a mi encuentro, sino aquella sombra en forma de un joven apuesto con rizos y ojos marrones, además de perilla y alto. Delante de él una fogata que reflejaba una sombra grande y alargada, con una cara sonriente mostrando dientes afilados. Pero no su aspecto humano, no. Era el de un galán del Romanticismo. Cruzó las piernas y me preguntó:

–¿Qué venganza quieres que aplique?

–¿Eh?

–Sí. Conoces a gente que te ha hecho daño. ¿Quién te ha dado más coraje?

–Los soberbios. Odio a los soberbios. A los que se creen con derecho sobre los demás. A los que ni te miran a la cara cuando te golpean. A los que se ríen de ti cuando sus vidas son patéticas. Odio a los que creen mejores. –le hablé con la confianza de un amigo de toda la vida. Sonrió aún más. Al menos su sombra.

–¿En quién piensas?

–En mi ex novio. Se pensaba que lo sabía todo, que podía analizarme y hacerme el daño que quisiera. Y, para colmo, cuando me dejó lo hizo dándoselas de importante, siendo él quien me engañó.

–Lo mataré por ti.

–¿Matar? Matar es pasajero. Llega, y desapareces. Nada más.

Y entonces me di cuenta de que la oscuridad me estaba absorbiendo. Parpadeé, incrédula ante mis palabras, y caminé varios pasos hacia atrás, negando con la cabeza.

–Le haremos más daño del que jamás podrían hacerle.

–¿Qué? No, espera. Primero vas a explicarme qué es todo esto. No lo entiendo bien.

–Yo soy la sombra que lo consume todo. Yo seré quien te protegerá para siempre. Quien velará por ti. Quien te cuidará, quien…

–Espera, ¿y Lubi? ¿Eres su… “protector”?

–Es complicado.

–No, eso es un estado de Facebook. Cuéntame, qué tenéis.

–Yo le di todo esto a cambio de su fidelidad. Pero ha roto sus votos. Ahora no me interesa. Quien me interesa eres tú.

–¿Cómo que se lo diste todo?

–¿Cómo pretendes que una niñata tenga tantas cosas sin mérito?

–¿Eso seré yo? ¿Una niñata?

–No. Tú vales más. A ella se le sube a la cabeza. Puedo ver la incomodidad en tus ojos. Eso me dice que vales más la pena.

–Valgo tanto como ella. ¿Cómo te conoció?

–Llegó aquí. Eso es todo.

–Cuéntamelo.

–Era una niña curiosa. La mansión llevaba tiempo sin vida. Asomó sus narices y le ofrecí un mundo a cambio de su fidelidad. Pero se creyó demasiado y perdió mi confianza. No la quiero, no la necesito.

–¿Qué vas a hacerle?

–Nada que no le hubiera avisado.

–¿La matarás?

–¿Quieres que no lo haga?

–Acabo de hacerle el amor, ¿tú qué crees?

–Que es muy excitante. Pero un pacto con el diablo es un pacto…

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