El ego, uno de los mayores enemigos de la humanidad. Tendemos a dar consejos a otras personas cuando no tenemos ni para nosotros mismos. Es sencillo decir: “Pues yo habría hecho esto otro”, o decir: “¿Por qué no haces nada al respecto?”, o: “No te va a valer de nada”. Esos consejos nacidos de la ignorancia. Porque es fácil criticar lo que otro hace, o asegurar que no funcionará porque a ti no te fue bien, o decir que tú lo habrías solucionado de forma simple sin ni siquiera conocer del todo la situación. Y, aunque la conozcas, hay que comprender que somos millones de personas en el mundo, y ninguna es como tú. Para bien y para mal.
Una persona nacida en un pueblo y sin estudios no se comportará de la misma forma que un niño nacido en una mansión y con todos los cuidados que pudo tener. Aunque sean igual de sensibles. Aunque les gusten las mismas cosas. Y aunque voten al mismo partido político. Pero nunca serán iguales.
La gente no suele entender que en este mundo, que es la Tierra, existen tantos mundos como personas. Cada cual tiene su forma de ver la vida. Sus creencias personales, sus religiones, sus experiencias, sus sueños, sus comportamientos. Todos somos distintos. E intentamos juntarnos siempre con gente similar. Pero esa gente que parece tan igual es, también, distinta a nosotros.
Yo creo que, incluso si nos clonasen, ese clon tendría otros sentimientos distintos a los nuestros. Porque nacería y se criaría en condiciones distintas a nosotros, aunque llevase nuestros mismos y exactos genes.
Pero incluso con eso, hay gente que no comprende que las otras personas piensan distinto a ellos. Que no todos serán tan astutos como ellos, que no todos serán tan inteligentes y brillantes como ellos, que no todos tendrán las ideas claras como ellos. Sí, porque esas personas sienten una egolatría exagerada. Siempre andan dando consejos y ridiculizando y haciendo sentir inferior. Y a eso se le llama gente tóxica.
Pero por desgracia de eso abunda en nuestra sociedad y es difícil evitarlo.
Todos pensamos que si nos hieren nuestro orgullo nos humillarán y nos asestarán un golpe mortal. O que las otras personas no importan, solamente nosotros. O que, como yo he sufrido, otro debe hacerlo también. Esas cosas, impuestas desde niños por el sistema educativo y la sociedad, nos deshumanizan completamente. Si no… ¿cuánta gente asegura ser la voz de Dios y haber sido elegido directamente por Él para su representación? ¿O cuánta gente, al ver que tiene poder, se siente con derecho sobre ti? ¿O cuánta gente, a pesar de que des tu punto de vista, no abren sus mentes porque consideran que su pensamiento es inquebrantable y perfecto? Seguramente te hayas encontrado con más de uno. Ojo, yo también en gran parte soy así, aunque intento pulirlo.
Porque el ego nos divide como humanos. Nos distancia los unos a los otros. Ya sea para sentirnos superiores, o inferiores. Porque también se da el caso de cuando el ego se siente tan pequeño que se siente atacado por cada acción humana ajena, tales como una mirada, una risa, una tos o un ruido insignificante.
¿A dónde quiero llegar con todo esto?
A que deberíamos entendernos mejor los unos a los otros. Sacar a relucir más nuestra empatía. Es cierto que mucha gente no sabe hacer muy bien las cosas que nos importan, pero también debemos ser condescendientes y no perder siempre los nervios. Porque cuando tú le gritas, esa persona quizá se acompleja más que interiorizar tu lección.
El mejor maestro de uno es la experiencia y la vida en sí misma, en lugar de otro ser humano. No somos dueños de nadie, y nuestro punto de vista no es siempre el correcto. Y, aunque a veces pensemos que damos consejos para mejorar a una persona, en verdad suele ser para calmar nuestros egos y aplastar al suyo para sentirnos un poquito mejor en un ámbito donde el egoísmo, la egolatría y el egocentrismo abundan. Y abundan demasiado.
Hola
En mi experiencia, el ego es la convergencia del colectivo y de todos sus procesos anímicos que forman la acción y el relato histórico como el sedimento y la memoria para constatar y discernir entre la realidad y la ilusión de las imágenes aparentes del formato mental-cultural. La primer imagen es el YO y es nuestro medio de comunicación con el mundo. Todas las interferencias que concretan la no comunicación se ven evidenciadas en todo tipo de relaciones y consecuentemente en los sistemas de orden. Las interferencias son señales que dirigen la atención naturalmente hacia el egocentrismo para el auto-conocimiento y la purificación del Yo, para consumar la soberanía sobre nuestro cuerpo-mente comprendiendo el sentido de los procesos anímicos que son base de la comunicación y las relaciones, y comprender el programa del sentido de la muerte que es el que dirige y da sentido a la cultura de este mundo. Los procesos anímicos son energías lógicas y nos brindan entendimiento sin la necesidad de un relato, y es precisamente esta consciencia la que cambiará la comunicación por la claridad de la percepción de la información, haciendo evidente el origen antes del relato con el conocimiento concreto de la trayectoria hacia donde se dirige el ser, es decir que la predicción intuitiva se concreta en conocimiento real. Esta desnudez del ego hace imposible el engaño, el fraude y la mentira, por lo tanto promueve una reducción considerable de gasto energético y de tiempo, algunas posibilidades virtuales son muy perjudiciales en la materia densa.
El programa muerte es el fractal recurrente en la interferencia que separa la energía lógica en una unidad lógica-energética por la posibilidad que brinda nuestra atención en el enfoque de las partes del todo. La emoción denominada negativa que lleva consigo su lógica de señal natural ha sido revalorizada enfatizando un rechazo incomprensible a la señal materializada ya en el cuerpo, la sensación es de incompletud en la falta de conocimiento, de relación consumada y constatada. El programa obliga al rechazo de la señal y lo rechazado nunca se conoce ni se comprende, sin embargo su efecto se materializa en el fruto de la acción y su relato. La falta es compensada por entelequias con tendencia estáticas que se materializan en objetos de poder que pasan a ser indispensables para la diferenciación, pertenencia, seguridad y comunicación con el mundo, secuencias representadas en el capitalismo, en donde se entrega el poder a una entelequia autónoma que dirige la voluntad desde dichos objetos. Esto evidencia como se entrega cómodamente la voluntad a nuestras funciones naturales y reflejas de nuestro cuerpo como la de pensar. El poder opresor necesita del oprimido para existir, como un parásito que se propone como el intermediario hacia cualquier puerto por un precio justo, sus dominios son los medios de información en donde inyectan los programas usados en el pensamiento, suman complejidad innecesaria en un laberinto de ambigüedades y contradicciones que promueven la adicción informativa con casuísticas, efectos de la hipnosis.
La llave
El proceso para el cambio y transformación de una trayectoria cualquiera necesita la posibilidad del fin, y este proceso simbolizado en la vida tiene su fractal en el instante en infinitas posibilidades, en la lógica del ego esto se traduce en los Yoes como diversos medios adaptativos, existiendo un movimiento armónico sin estancamiento en uno solo. Desde el punto de vista de la salud se traduce que se puede terminar con un estado para pasar a otro en tan solo un instante, cambiando así la atención y las referencias. El arte de la actuación emerge como la disciplina del comportamiento y el conocimiento de estos Yoes(Ellos), el Nosotros, nuestros valores.