Su rostro es el de una mujer de edad avanzada, su cuerpo es regordete, su piel está arrugada y quemada por el sol. Está protegida por pelo, así como de mugre petrificada. Sus rasgos son caóticos, destacando sus labios con forma de hocico, unos ojos brillantes que se cruzan cuando se enfurece, nariz achatada, frente aplastada y estrecha así como unos pómulos prominentes destacados. Sus manos son grandes, de color negro, sus pies pequeños y anchos. Sus uñas son como garras alargadas y curvas. Su humor es valiente. Tiene mucha fuerza, aunque pocas veces se enfada. Sólo ataca a aquéllos que le irritan.

Lleva un traje harapiento, así como pieles de cabritillo. Su pelo está alborotado y es largo, de color negro.

Sus alimentos más comunes son leche, castañas, bayas, ovejas, raíces, maíz crudo, y en ocasiones un cabritillo o rebeco crudo. Este ser se oculta cuando cae la nieve en invierno, apareciendo de nuevo cuando éste acaba.

Su hogar se halla en los Picos de Europa, en Grajal y Mancodio con el verano, yendo a las cavernas de Ujo cuando se acerca el invierno. Cuando el clima se vuelve más duro, baja hasta Ándara.

Leyendas y creencias: Se dice que mantiene con ella un rebaño de ovejas que ella misma roba y de las que se alimenta. También captura a veces un rebeco recién nacido al que cría y alimenta gracias a su rebaño y que no sacrifica hasta que ha encontrado otro para suplirle.

En realidad, se cree que se trataba de una pastora de Bejes apodada «La Osa» por estar entera cubierta de pelo… Tal defecto físico la hacia huir de las personas y vivir en estado semisalvaje hasta que vencido su complejo, bajó al pueblo donde se casó felizmente. Verdaderamente, la Osa de Ándara tiene unos rasgos mucho más bondadosos que los que de ella se relatan.