ninfa (14)

 

En la mitología griega, una Ninfa es una deidad menor femenina típicamente asociada a un lugar natural concreto, como puede ser un manantial, un arroyo, un monte o una arboleda.
Se les aplicaba el título de olímpicas, y se decía que eran convocadas a las reuniones de los dioses en el Olimpo y que eran hijas de Zeus. Diferentes de los dioses, las Ninfas suelen considerarse espíritus divinos que animan la naturaleza, y se representan en obras de arte como hermosas doncellas, desnudas o semidesnudas, que aman, cantan y bailan. Poetas posteriores las describen a veces con cabellos del color del mar. Se creía que moraban en la tierra: en árboles, en las cimas de montañas, en ríos, arroyos, cañadas y grutas. Según el lugar que habiten se las llama Agrónomos, Orestíades y Náyades. Aunque nunca envejecen ni mueren por enfermedad, y pueden engendrar de los dioses hijos completamente inmortales, ellas mismas no son necesariamente inmortales, pudiendo morir de distintas formas.
Homero las describe con más detalle presidiendo sobre los juegos, acompañando a Artemisa, bailando con ella, tejiendo en sus cuevas prendas púrpuras y vigilando amablemente el destino de los mortales. A lo largo de los mitos griegos actúan a menudo como ayudantes de otras deidades principales, como el profético Apolo, el juerguista dios del vino Dioniso y dioses rústicos como Pan y Hermes. Los hombres les ofrecían sacrificios en solitario o junto con otros dioses, como por ejemplo Hermes. Con frecuencia eran el objetivo de los sátiros.
Todas las Ninfas, cuyo número es casi infinito, pueden ser divididas en dos grandes clases. La primera abarca todas aquellas que pueden ser consideradas como un tipo de divinidad inferior, reconocida en el culto de la naturaleza. Los griegos antiguos veían en todos los fenómenos ordinarios de la naturaleza alguna manifestación de la divinidad. Fuentes, ríos, grutas, árboles y montañas; todos les parecían cargados de vida y no eran más que las encarnaciones visibles de otros tantos agentes divinos. Los saludables y beneficiosos poderes de la naturaleza eran, pues, personificaciones y considerados otras tantas divinidades, y las sensaciones producidas en el hombre por la contemplación de la naturaleza (sobrecogimiento, terror, alegría, placer) se atribuían a la acción de diversas deidades de la naturaleza. La segunda clase de Ninfas son personificaciones de tribus, razas y estados, tales como Cirene y otras.
Las Ninfas de la primera clase deben ser de nuevo divididas en varias especies, según las diferentes partes de la naturaleza de las que sean representativas:
Ninfas del elemento acuático. Deben mencionarse primero a las ninfas del océano, las Oceánides, que son consideradas hijas de Océano.
Ninfas del Mediterráneo o del mar interior. Son consideradas hijas de Nereo, por lo que son llamadas Nereidas. Ninfas de los ríos. Eran representados por las Potámides, quienes, como divinidades locales, eran bautizadas según sus ríos como Aqueloides, Anígrides, Amnisíades o Pactólides. Pero las Ninfas del agua dulce, ya sea de ríos, lagos, arroyos o pozos, son también designadas por el nombre general de Náyades, aunque tengan además sus nombres específicos, como Creneas, Pegeas, Limnátides o Limnades.
Incluso los ríos de las regiones inferiores (el Inframundo) se describen con sus Ninfas, de ahí las Nymphae infernae paludis (‘Ninfas del pantano infernal’) y las Avernales. Muchas de estas Ninfas presidían sobre las aguas o las fuentes, creyéndose que inspiraban a quienes bebían de ellas, por lo que se pensaba que las propias Ninfas estaban dotadas de poderes proféticos u oraculares y los inspiraban a los hombres, otorgándoles así el don de la poesía. Los adivinos o sacerdotes inspirados eran por esto llamados a veces Ninfileptos. Sus poderes, sin embargo, varían con los de la fuente sobre la que presiden, considerándose así que algunas tenían el poder de devolver la salud a las personas enfermas, y como el agua es necesaria para alimentar a la vegetación así como a todos los seres vivos, las Ninfas acuáticas eran también adoradas junto con Dioniso y Deméter como dadoras de vida y bendición a todas las criaturas, y este atributo es expresado por una variedad de epítetos, tales como nomias, curótrofas y otros. Como su influencia era de esta forma ejercida sobre todas las secciones de la naturaleza, aparecen con frecuencia relacionadas con divinidades superiores, como por ejemplo con Apolo, el dios profético y protector de las manadas y rebaños; con Artemisa, la cazadora y protectora del juego, pues ella misma fue originalmente una Ninfa arcadia; con Hermes, el fructífero dios de los rebaños; con Dioniso y con Pan, los Silenos y los Sátiros, a quienes se unían en deleites y bailes báquicos.
Ninfas de las montañas y grutas, llamadas Oréades y Orodemníades, pero a veces también por nombres derivados de las montañas concretas que habitaban, como Citerónides, Pelíades, Coricias, etc.
Ninfas de los bosques, arboledas y praderas, donde se creía que a veces se aparecían y asustaban a los viajeros solitarios. Eran designadas por los nombres Alseides, Auloníades y Napeas.
Ninfas de los árboles, de las que se creía que morían junto con los árboles en los que vivían y con los que habían llegado a existir. Eran llamadas Dríades, Hamadríades o Adríades. Las Ninfas de los árboles frutales eran llamadas Mélides, Melíades, Epimélides o Hamamélides. Parecen ser de origen arcadio y nunca aparecen junto con los grandes dioses.
La segunda clase de Ninfas, que estaban relacionadas con ciertas razas o localidades, tienen normalmente un nombre derivado de los lugares con los que estaban asociadas, como Nisíadas, Dodónidas o Lemnias.
Los sacrificios ofrecidos a las Ninfas solían consistir en cabras, corderos, leche y aceites, pero nunca vino. Eran adoradas y honradas con santuarios en muchas partes de Grecia, especialmente cerca de las fuentes, arboledas y grutas, como por ejemplo cerca de una fuente en Cirtones, en ֱtica, en Olimpia, en Mégara, entre Sición y Fliunte y en otros lugares.

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