El Basilisco era un ser mitológico creado por la mitología griega que se describía como una pequeña serpiente cargada de veneno letal y que podía matar con la simple mirada, que consideraban el rey de las serpientes. Posteriormente se lo ha representado de diversas maneras siempre con características de reptil.
En el siglo VIII, el Basilisco era considerado una serpiente dotada de una cresta con forma de corona en su cabeza, siendo el animal en sí de tamaño variado. Supuestamente, el Basilisco nacía de un huevo de gallina empollado por un sapo.
El Basilisco vive en el desierto que él mismo crea al romper piedras y quemar el pasto. Esto sucede ya que el Basilisco exhala fuego, seca las plantas y envenena las aguas. Sin embargo su característica más distintiva sería su capacidad de matar con su mirada. De este modo se dice que quien mirara a los ojos de un Basilisco, moriría y si lo ve por un reflejo quedara petrificado; pero si el Basilisco se veía reflejado en un espejo, se mataba a sí mismo. Se decía también que un Basilisco moría cuando oía el canto de un gallo, que para él era mortal, o se topaba con su principal enemigo, la comadreja.
Más tarde, en la Edad Media, pasa a ser un gallo con cuatro patas, plumas amarillas, grandes alas espinosas y cola de serpiente, que podía terminar en garfio, cabeza de serpiente o en otra cabeza de gallo. Hay versiones de esta criatura mitológica con ocho patas y escamas en vez de plumas.
Una leyenda cuenta que un caballero fue en busca de Basiliscos porque había una plaga en su país así que se puso una armadura de espejos y mato a todos los Basiliscos y lo nombraron el caballero de los espejos.
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