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La Cannabis Sativa L. es una planta del género de las moráceas de la que se obtiene la fibra del cáñamo, la marihuana y el hachís. Es una de las drogas que más literatura origina y controversias por diferencias de opiniones. Las dos últimas son drogas de uso no médico. Si bien su uso se conoce desde hace centenares de años, la importancia de su consumo contemporáneo no tiene precedencia en la historia.
El significado de la denominación de Cannabis Sativa L. quiere decir: cannabis (cáñamo), nombre genérico, sativa (planta o diseminada) nombre específico, y la consonante L., se refiere a la inicial del apellido del botánico sueco Linneo, que hizo su clasificación botánica. Es una planta herbácea anual con tallo erecto que crece de 1 a 3 metros de altura; las hojas son palmiformes de 5 a 7 segmentos largos y profundamente dentados. Es dióica, las plantas masculinas (que crecen y duran menos que las femeninas) producen racimos laxos de flores verdosas y las femeninas tienen las flores en forma de ampolla, reunidas en las sumidades de las ramas o las axilas de las hojas. Para su cultivo óptimo se requieren climas cálidos y húmedos; por esto las zonas ideales son las sierras y montañas de regiones semitropicales como Méjico, Colombia, Líbano, picos bajos del Himalaya y las montañas del Riff de Marruecos.
Los cañamones contienen un 35% de aceite y son empleados para la fabricación de perfumes y pinturas, siendo utilizados los residuos como fertilizantes en agricultura. También se emplean para la alimentación de pájaros; en la alimentación humana, especialmente como aperitivos, una vez tostados y salados. Las plantaciones industriales del cáñamo sobre todo para la obtención del papel de fumar, se hace a base de un tipo de planta monóica, es decir, las dos plantas, masculinas y femeninas, nacen de un mismo pie y tienen un solo tallo.
La legislación española especifica respecto al cultivo de cáñamo que podrá ser cultivada todo especie de cáñamo con fines industriales, siempre que éste no contenga propiedades alucinógenas. Con el fin de que su cultivo sea posible industrialmente se ha determinado que está autorizado todo cultivo cuyas plantas tengan un porcentaje de THC no superior al 0,6%.
Aunque sus efectos secundarios sobre el cuerpo físico son muy inferiores a los de drogas legales y socialmente aceptadas como pueden ser el tabaco o el alcohol, la marihuana es uno de los psicoactivos más adictivos que existen, a pesar de que quienes preconizan sus múltiples y cada vez más reconocidas utilidades terapéuticas no parecen tomarlo muy en cuenta. Las semillas no contienen ningún elemento que actúe sobre el sistema nervioso central y son en cambio una fuente alimenticia altamente nutritiva: sólo un puñado de ellas suministra los requerimientos diarios de proteína y ácidos grasos esenciales para un adulto. La pulpa puede utilizarse para fabricar papel, para tejer cuerdas e hilar lonas. El documento original que contiene la Constitución de los Estados Unidos se escribió en papel hecho con cáñamo, las primeras hamacas de las costas mexicanas se tejieron con hilo de cáñamo e incluso los primeros jeans Levi’s se confeccionaron también con lona del cáñamo. El cáñamo psicoactivo y sus derivados, esto es, la marihuana y el hachís, son los primeros y más fuertes candidatos para su legalización, pues cada vez son más los territorios que están aceptando y despenalizando sus usos terapéuticos en todo el mundo.
Existen más de 200 denominaciones de los preparados derivados de la cannabis, según los países que la producen. Fundamentalmente podríamos agruparlos en cuatro clases:
– Marihuana: consiste en el picado de toda la planta. También puede presentarse en rama o molida. La cantidad de THC que contiene es de un 6 a un 14% aproximadamente. En España también se conoce la marihuana con los nombres de hierba, grifa, kiffi, congo, etc.
– Hachís: preparado a base de polvo resinoso segregado por las sumidades floríferas de la planta hembra. La cantidad de THC que contiene es de un 10 a un 20% aproximadamente según se haya empleado exclusivamente la resina o haya sido adulterada por otras partes de la planta molida. En España también es conocido el hachís con los nombres de chocolate, mierda, hash, costo, etc.
– Aceite de hachís: líquido alquitranoso, obtenido por destilación de la planta o del propio hachís. La cantidad de THC que contiene es de de un 15 a un 60% aproximadamente. Normalmente se le conoce con el nombre de aceite.
– Ganja: para su elaboración solamente se utilizan las flores femeninas prensadas, sin hojas y tallos. La cantidad de THC que contiene es de entre el 3% y el 4%.
Los canabinoides siguen siendo detectables en el plasma sanguíneo hasta 30 días después del consumo de hachís o marihuana debido a que las moléculas de los compuestos activos son absorbidas por los tejidos grasos y se liberan de manera muy lenta.
Como ya se ha mencionado, la potencia de este psicoactivo depende de diferentes factores como son la variedad de la planta, el clima en que fue cultivada y el tiempo que tenga de haber sido cosechada, por lo que la dosificación no es muy precisa.
Si existe una dosis letal, aún no se tienen noticias al respecto. Se ha especulado mucho en torno al aumento en las concentraciones de THC en los cultivos a partir de la década de los setentas puesto que se cree que una mayor calidad del producto implica un mayor riesgo de intoxicación; sin embargo, los usuarios habituales de marihuana suelen practicar lo que se conoce como autorregulación, esto es, fuman hasta reconocer los efectos que esperan; si la marihuana no es de buena calidad, siguen fumando, si es muy potente, dejan de hacerlo.
Usos terapéuticos
El cáñamo era una especie de panacea antes de su prohibición y parece que continúa siéndolo a pesar de ella. En diversos países asiáticos y latinoamericanos sus varas se hierven para conseguir infusiones relajantes capaces de facilitar las contracciones durante las labores de parto; sus hojas maceradas en alcohol se untan para curar los dolores reumáticos o se fuman para aliviar el asma y los dolores de cabeza provocados por la migraña.
Actualmente se está estudiando, principalmente en el Reino Unido, el uso de canabinoides sintetizados a partir del THC como el Dronabinol comercializado como Marinol, y la Nabilona como Cesamet. Estos fármacos sintéticos buscan aislar las propiedades físicamente terapéuticas de las alteraciones perceptuales, pero no han tenido mucho éxito en desligar una cosa de la otra.
Los mayores méritos del cannabis como agente terapéutico en la medicina occidental están en la inhibición de los cuadros de náuseas, vómito, pérdida de apetito y dolor en pacientes con cáncer que reciben quimioterapia, o en pacientes que padecen sida y se les administra AZT. De forma experimental también se está utilizando con bastante éxito en los cuadros de arterisclerosis múltiple, principalmente para suprimir los espasmos sintomáticos. En el tratamiento experimental de glaucoma, provocado por una presión excesiva de fluido dentro del globo ocular, la marihuana, fumada o los derivados del TCH administrados en forma oral, reducen considerablemente la presión. Y uno de sus componentes, el ácido canabidiólico está considerado como un poderoso desinfectante. Estos son los únicos usos terapéuticos que a la fecha reconoce la medicina institucional.
No obstante, tal reconocimiento no ha hecho cambiar la legislación que prohíbe su uso médico a nivel mundial. Únicamente se ha legislado al respecto en Alemania, el Reino Unido, en algunos estados de la Unión Americana y recientemente en España.
El perfil de seguridad del THC es bueno, ya que presenta una toxicidad muy baja a corto y a largo plazo. Sin embargo, algunos de sus efectos agudos, entre ellos reacciones centrales desagradables, intoxicación y lesiones temporales de las funciones motoras y cognitivas, limitan la utilidad del THC como fármaco. Al parecer, existe un margen muy estrecho entre las dosis que producen los efectos deseados y los indeseados.
Debido a los efectos cardiovasculares del THC y a su tendencia a empeorar los síntomas de esquizofrenia, los pacientes con trastornos mentales o con enfermedades cardiovasculares no son sujetos aptos para tratamientos eleborados a partir del cannabis. Como sucede con otros muchos fármacos que afectan el SNC, se debería evitar el cannabis durante la gestación.
La seguridad de la marihuana fumada es una cuestión más controvertida, ya que en un buen número de consumidores habituales provoca bronquitis crónica, y debido al riesgo de que a largo plazo se establezca una relación con los cánceres del tracto respiratorio, no parece aconsejable recomendar su uso prolongado. Con todo, en determinados casos de pacientes gravemente enfermos está justificado el uso de la marihuana con fines humanitarios.
Efectos psicológicos y fisiológicos
Los efectos psicológicos no son fáciles de describir, ya que en sí, la intoxicación con cannabis tiene diferentes síntomas y son de carácter impredecible. Cada individuo tiene una experiencia diferente en cada ocasión que la utiliza. Tomando esto en consideración, sólo es posible mencionar algunos aspectos generales que aparecen como constantes en varias investigaciones científicas:
– Aumento en la agudeza visual, táctil, gustativa y sobre todo auditiva. Referente a la concepción distorsionada del tiempo, tenemos que esta es una de las pocas variables en las que coinciden unánimemente todos los estudios.
– A dosis bajas suele experimentarse un descenso considerable en el nivel de atención y una sensación de conciencia personal más marcada.
– En dosis medias los cambios son más visibles, mientras que en dosis altas pueden producirse ilusiones visuales, lasitud y somnolencia que culminan en un sueño profundo.
El consumidor habitual deja de percibir estos efectos iniciales a medida que se acostumbra a estar en un estado modificado de conciencia y a partir de entonces las sensaciones que encuentra son bastante más subjetivas como introspección, creatividad, tranquilidad, relajación, percepción aumentada o especializada, etc.
En la mayoría de los sujetos, a medida que los efectos van desapareciendo, suele surgir un gran apetito, con preferencia por los alimentos dulces, lo que se basaba antiguamente en la teoría de que se debe a una hipoglucemia provocada por la acción de los componentes activos de la hierba.
Al parecer no hay cambios de importancia en los valores sanguíneos del azúcar después de haber fumado cannabis. Se sugiere que los alimentos dulces son oportunos para aumentar la glucosa disponible y mantener la oxigenación óptima.
En cuanto a los efectos físicos de la administración se presenta una ligera aceleración del ritmo cardíaco, dilatación de los vasos sanguíneos, expansión de los bronquiolos, enrojecimiento de los ojos y sequedad de boca. La coordinación psicomotriz puede sufrir alteraciones dependiendo de la cantidad utilizada. En mediciones con electroencefalografía las respuestas a la acción aguda de este psicoactivo evidencian una actividad cerebral propia de un patrón correspondiente a la vigilia, aunque otras veces se observaba una actividad cerebral de onda corta y lenta, típica del estado de reposo o sueño; además se reveló que las variaciones durante el sueño posterior al consumo de marihuana mostraban un cambio significativo en sus patrones, al reducir los sujetos el número de movimientos oculares rápidos que caracteriza la fase REM.
En el caso de consumidores crónicos se han detectado anormalidades menstruales en las mujeres y disminución en las concentraciones de testosterona y espermatozoides en los hombres.
Por otra parte, la mayoría de consumidores que fuman marihuana diariamente durante un lapso mayor de dos años, presentan un patrón crónico de fatiga, pereza, inestabilidad emocional, falta de energía, falta de motivación, disminución de la productividad y pérdida de la iniciativa. Otras fuentes lo niegan o simplemente no mencionan efectos acumulativos de la intoxicación crónica.
Los riesgos comparativos a nivel pulmonar entre fumar tabaco y fumar marihuana, son menores en el caso de la marihuana: el TCH actúa como broncodilatador abriendo los pulmones, mientras que la nicotina hace exactamente lo contrario; un cigarro de marihuana contiene menos alquitrán que uno de tabaco y como se necesita un menor número de fumadas del primero que de el segundo para experimentar sus efectos y éstos duran más en el caso de la marihuana, un consumidor inmoderado de tabaco fuma más cigarros que un consumidor inmoderado de marihuana.
No hay un sólo caso documentado de cáncer de pulmón debido al uso de marihuana en ausencia de tabaquismo.
Potencial de dependencia
Es significativamente alto, aunque se trate únicamente de dependencia psicológica. El consumo reiterado genera hábitos y asociaciones condicionadas difíciles de romper. La marihuana no provoca dependencia física, por lo que su retiro no produce ningún síndrome abstinencial orgánico. No obstante, pueden presentarse algunos síntomas de orden psicológico como ansiedad, tensión o irritabilidad que desaparecen al cabo de unas semanas. El fenómeno de tolerancia en el consumo de marihuana es bastante singular. Muchos usuarios que utilizan este psicoactivo por primera vez no suelen experimentar sus efectos sino hasta después de la segunda o tercera vez y mediante dosis elevadas, mientras que consumidores crónicos suelen presentar casos de tolerancia revertida, esto significa que, ante la repetición de la misma dosis por tiempos prolongados, ocurre un descenso en la cantidad necesaria para provocar los mismos efectos (taquilifaxia). Se ha comprobado que el THC se acumula en las zonas grasas del cuerpo y se reintegra lentamente al torrente sanguíneo para ser excretado, de manera que un consumidor habitual que tiene una reserva corporal del principio activo, requiere sólo de una pequeña dosis para echar a andar un proceso condicionante de activación del THC acumulado.
Sobredosis
La marihuana es una de las drogas con más altos márgenes de seguridad. Desconozco si hay algún caso de muerte por intoxicación al fumarla. El único peligro inmediato que supone su consumo es la posibilidad de sufrir un llamado malviaje que se manifiesta por ansiedad, miedo e ideas paranoides, en cuyo caso se recomienda infundir confianza y serenidad al consumidor, cambiar de ambiente y de ser verdaderamente necesario, administrar 5 mg de haloperidol.
Debido a las interacciones que se producen, hay que tener cuidado al combinarlo con las siguientes sustancias:
- Con alcohol puede aumentar la probabilidad de sufrir lipotimias y vómitos.
- Con estimulantes puede tener ciertos efectos en el metabolismo y la tensión sanguínea.
- Con los alucinógenos, puede potenciar los efectos, por tanto, su combinación podría conducir a una experiencia demasiado intensa que podría resultar desagradable.