Desperté por la mañana en su cama, sin haber pegado ojo en toda la noche, observándolo dormir y preguntándome qué hacer con mi vida y qué camino tomar. Su disculpa fue insípida, como si no lo sintiera, sino que me echaba en falta y necesitaba a alguien con quien tener sexo. Pero yo era tan débil que no supe decirle nada más. Al creer que él quería mantener el compromiso yo misma lo reafirmé, cuando al reencontrarme con Onai todos mis sentimientos volvieron, queriendo estar con él.

Al ver a Onai, yo quería acurrucarme entre sus brazos, sentirme protegida, hacer mío a aquel hombre. Al ver a Eric sentía una punzada en el estómago y en el corazón, una ilusión por vivir que nunca antes había tenido. Estaba entre la espada y la pared, ahora más que nunca. Me había pasado el último año pensando en quién de los dos me convendría más. Y eso es egoísmo. Yo amaba a los dos, pero no tenía derecho a decidir sobre ellos. Por eso una vez que uno se fue, fui a los brazos del otro, y viceversa. Al principio sólo era un juego. Después, pasó a ser despecho. Estaba condenada a elegir a uno de los dos, por lo que tomé decisiones estúpidas. Una tras otra. La primera fue decir que sí a Onai. La segunda, un sí a Eric. Ahora sólo me quedaba pedirle consejo a mi hermano, el cual me soltó:

—Ya te lo dije. Debería ser un entretenimiento.

—Lo sé, pero no puedo. Sí lo siento en el corazón… lo siento.

—¿Y sincerarte con ambos?

—N-no sé… No puedo… Al menos Onai sabía que estaba a dos bandas, y por ello me perdonaría.

—Pues ve con él, retoma la aventura. Te has pasado los últimos meses junto a Eric. Dile que necesitas un tiempo.

—No puedo. Estamos retomando una… especie de distanciamiento. Y si le digo eso podría cancelar el compromiso y mandarme a freír espárragos. Y temo no salir nunca de aquí si me voy con Onai. Temo no ser más que una choni de barrio con una vida normal. Y eso me mata.

—Entonces, ¿a uno le quieres por lo que es y al otro por lo que te puede dar?

—No. A los dos les quiero por cómo son, pero con uno tengo más posibilidades que con otro.

—No te preocupes. Siempre te quedaré yo. Te enchufaré en alguna de mis empresas. —me sonrió.

—Muy alto sueñas.

—Sueña alto para que, cuando no lo logres, haber conseguido cosas que te habrían sido imposibles de conseguir si ni siquiera hubieras soñado.

—Filosófico.

—Ya tú sabe, mami. —me dijo con acento latinoamericano. Le sonreí. Él vio una sonrisa rota en mi rostro. Me miró con cariño y me dijo: —Si hay algo que pueda hacer para ayudarte, sólo has de decírmelo.

—Sí, hay algo…

—¿Qué?

Le conté el plan que teníamos Onai y yo para que él no se casase. Le pedí que fuera él quien se ligase a Sarai. Tenía dotes y seguridad. Era el hombre perfecto. Pero me dijo:

—No, no. No me metas en problemas de ésos. Tengo demasiado mundo como para saber qué cosas no debo hacer para sobrevivir.

—Pero…

—Además, le vas a impedir la boda a un hombre que espera de ti que seas suya, y al día siguiente te fuiste con otro y confirmaste tu compromiso. No puedes arruinarle la vida a una chavala cuando ni tú estás segura de qué es lo que quieres. No sería justo para nadie.

—Pero…

—No hay peros. Hermana, sabes que te quiero, y que te apoyo e todo lo que necesites. Pero por favor, no hagas tonterías. Y si tengo que echarte yo la bronca, te la echo. Porque aunque te enfades o te deprimas sabes que tengo razón.

Yo iba a estallar en un llanto. Pero en su lugar, interioricé sus palabras, y le dije:

—Tienes razón. Creo que ya he tomado una decisión.

—¿Y cuál es?

Otra cagada, pero que en ese momento pensé que sería lo más idóneo.

 

Siguiente