Vas a comprar un piso nuevo y, claro, te dicen que está en perfectas condiciones. Que si cerca hay un supermercado, que si tienes tres líneas de autobús cerca de ti, que si a cinco minutos hay un gimnasio y a diez está el médico, que si hay un parque para los chavales, que si lo compras ahora te descuentan diez mil euros… Bueno, bueno, todo ventajas. Te cautivan con su palabrería hasta el punto en el que te la crees y decides ir con todo. All-in. Y cuando llegas a vivir la zona parece tranquila. Sobre todo si son pisos recién creados. No hay mucho vecino y duermes tranquilo. Pero pasa el tiempo y la gente empieza a llegar. Y lo que no te dijeron sobre ese parque maravilloso es que todos los fines de semana unos chavales hacen botellón, dejándolo entero sucio y montando escándalo, impidiendo tu sueño. Que al gimnasio sólo van kinkis que quieren aprender a dar palizas más que a defenderse o ponerse en forma. Que las líneas de autobuses no van a donde tú quieres, o dan mil vueltas, mareándote, antes de llegar a su destino, o que son tan caras que se te va medio sueldo en transporte.
Tampoco te dijeron que las paredes son una basura. Que se oye todo lo que dice el vecino y lo que hablas tú.
Tampoco te dijeron que te vendieron un piso en una vía pública y el parking tan bonito que tenías puede ser utilizado por cualquier persona en lugar de solamente por ti y los vecinos.
Y, claro, cuando te venden el piso no te venden un hogar en el que estar tranquilo. Te venden también un vecino amargado dando gritos, otros vecinos jóvenes dándole al tema todo el día, otro al que le gusta poner la televisión y la radio al volumen máximo, otro que está de obras cada dos por tres como si fuera la obra del Escorial en casa. Otro al que le gusta pasearse en tacones. Otro que pasa aspiradoras a las doce de la noche. Otro que madruga y se pone a hablar por teléfono dando voces…
Eso no te lo incluyen en el precio, ¿a que no?
También te venden al típico vecino cuyos gustos musicales no compartes y el cual te obliga a escuchar su tipo de música porque a él le apetece. O a los que se drogan cerca de tu portal, pinchándose o fumando y dejando todo hecho una mierda. O los que dan voces a las tres de la mañana. O los que tocan un instrumento. O…
Vaya, si es que hay todo tipo de vecinos. Me dejo también a aquéllos que juegan cerca de tu casa, llevándote algún balonazo en tu fachada sin querer o a posta, porque les gusta hacer rebotar el balón.
Además, con los vecinos no puedes abrir la boca porque como les hieres su ego, el cual se basa en que el universo gira en torno a ellos, se hacen los ofendidos e intentan putearte aún más.
¡Viva la vida en comunidad!
Todo eso no venía incluido en el precio, ¿hm? Porque si hubiera venido incluido el piso se habría quedado en diez mil o quince mil euros. Es decir, el 10% de lo que vale.
Luego para colmo te pasan el IBI. El impuesto por ser propietario de una casa. A ver, señor perito, si de verdad viniera usted a vivir aquí… le digo yo que no sólo no tendría que pagarle el IBI, sino que me lo tendrían que pagar ustedes a mí, por todo el puto estrés y agobio que tengo que aguantar a diario.
Me iría a un área rural, pero mi carácter se hizo al de ciudad sumado al factor de que tengo empleo en ésta. Así que no sólo me obligáis a vivir aguantando a canallas, sino que encima debería estar agradecido por ello.
También desde pequeño me inculcáis la idea de tener que irme de casa de mis padres, una idea que no acepto hasta que veo que me enamoro y que quiero compartir mi vida con esa persona. Una vida basada en la intimidad. Una intimidad que compras con sangre y sudor. Una intimidad que te obliga a hipotecarte para luego no poder pagarla, y si quieres pagarla te obliga a aceptar cualquier empleo por muy estresado y humillado que estés en él, e insisto, tienes que estar agradecido por ello.
Y, por supuesto y lo mejor, es que esa intimidad tan anhelada nunca llegas, porque la compartes con tus vecinos, los cuales no venían incluidos en el precio. Lo que no te contaron al comprarlo.
Biba la bida en komunidaz………………………..