En el Sintoísmo, la religión original de japón, «El camino de los dioses», cree en la existencia de un kami en cada elemento natural. Segen-Sama es la diosa del monte Fuji más adorada. Este monte es protagonista de muchas leyendas japonesas. Una creencia en torno a este lugar es que es el hogar de Kunitokotachi, señor de la Tierra Eterna, dios creador omnipresente que apareció con la apariencia de una caña en el caos del océano primigenio.

Hace tiempo, un señor mayor halló a una pequeña que acababa de nacer, justo a las laderes del monte Fuji. Por ello, la llamó Kaguya-hime. Cuando creció, la chica se convirtió en una preciosa mujer, casándose con el Emperador. Sin embargo, después de siete años de matrimonio, le dijo a su marido que ella no era mortal, y por ello tenía que volver al cielo. De consuelo para su marido, le dio un espejo con el que siempre podría contactar con ella.

El Emperador, ansiando ir al cielo a su lado, usó el espejo para seguirla hasta la cima del monte, pero la imagen desapareció. Debido al desengaño, prendió fuego al espejo y, desde entonces, siempre sale fuego en la cima de la montaña.

El monte Fuji (femenino) y su vecino, el monte Haku (masculino) se pelearon para averiguar cuál era más alto. Para determinarlo, el Buda de la luz Infinita pasó un tubo desde la cima del monte Haku hasta la del Fuji. Entonces, vertió agua sobre él, inclinándose a favor de Haku. Fuji se enfadó de tal manera que golpeó a Haku, rompiéndole la cabeza en ocho fragmentos, los cuales son los ocho picos actuales. Debido a esto, el monte Fuji es más alto.

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