Los seres mitológicos como enanos y gnomos están extendidos en todo tipo de culturas, compartiendo rasgos comunes. En este caso en particular, su nombre lo deben al instrumento de nombre «bígaro», el cual es un instrumento de viento parecido a una concha de mar.

Más que enanos, podrían ser designados como gnomos, ya que su tamaño es como el de un puño. Tienen barba, un rostro arrugado y anciano, están encorvados y son generalmente feos. El color de sus ojos es azulado, su pelo rojizo, piernas gordas y visten calzas rojas en los pies. Hablan entre ellos a través de silbidos, los cuales se asemejan al cantar de un mirlo. Son muy inteligentes, valientes y tremendamente sabios. Suelen ser solitarios, aunque sí que se emparejan con enanas. Viven muchos años, mas no son inmortales, aunque una creencia es que lograban la inmortalidad si lograban unirse sexualmente con un humano. Son buenos consejeros de los humanos en la Montaña, y no se ofenden con facilidad. Sin embargo, si se les consigue enfadar, se vengarán con maldad.

Habitan en el campo, dentro de las toperas o de los huecos en los árboles en los bosques. También se les ve en las minas, lo cual significa que hay metales o gemas de alto valor en ellas, los cuales han sido fabricados por los enanos.

Leyendas y creencias: Se considera que ocultan sus tesoros debajo de la tierra. Gracias a su sabiduría, mantienen largas conversaciones con Anjanas, también sabias.

Son de naturaleza bondadosa, aunque siempre queda alguna excepción, como el de la leyenda de la colina de Lindalaseras. Situada en el valle de Iguña, se dice que a las orillas de un manantial vive un enanuco bigarista, el cual, cuando descubre entre los pastores a un muchacho y una muchacha en las cercanías, toca con su bígaro una fantástica melodía que atrae a ambos sin que siquiera lleguen a percatarse. Cuando el enano los descubre, baila alegre. Entonces, con sus ojos embelesa a ambos, los cuales llegan a olvidarse incluso de sus rebaños. En ese momento, el enano les ofrece un trozo de borona y otro de cecina, entreteniéndolos y cebándolos.

En determinado punto, la sal de la cecina les provoca tanta sed que ambos beben de la fuente, desconociendo que el enano la ha envenenado con una poción hecha de gusarapos y escorpiones. Tras beber e intoxicarse, el enanuco esboza una mueca burlesca, da varias piruetas en el aire, toca tres veces su instrumento, escupe por el colmillo y se va, pues ya ha logrado su objetivo, pues el veneno provoca en los jóvenes un hormigueo que aumenta hasta que comienza a hervirles la sangre. Es entonces cuando se dan cuenta de que cuando se tocan, el dolor desaparece, así que empiezan a apretarse el uno con el otro. En cambio, el dolor aumenta, por lo que deben tocarse de forma más violenta, y lo que al principio podría confundirse con pasión acaba convirtiéndose en ataques violentos que suele terminar con la muerte de uno de los dos. Si logran sobrevivir, quedan muy malheridos y acaban falleciendo de de ictericia.

El siguiente es un cante típico de las ancianas en los pueblos:

“Cuando los enamorados

Vayáis a Lindalaseras,

Al ver el agua que mana,

Tened cuidado de beberla,

Que allí mora un enanuco

Que de noche la envenena”.