Podemos dividir en dos etapas la forma de pensar religiosa de los egipcios en la antigüedad:

1º – En la época predinástica, creaban un dios por cada elemento de la naturaleza que temían o que no eran capaces de comprender, asociando esos dioses con propiedades de animales aunque siendo humanos. Por ello, Horus tiene la cabeza de un halcón, Anubis la de un chacal y así…

Además de sus características animales se les atribuyeron conceptos humanos, como la relación familiar, y también pasiones humanas por lo que se les rendía culto dando ofrendas en los templos a cambio de favores solicitados, o recibidos.

2º – En esta fase, los egipcios dieron forma a «Dos Tierras»:

El Alto y Bajo Egipto: Cada zona tenía sus propios dioses a los que veneraban, lo que significa que dependiendo de la ciudad cada dios tenía una importancia distinta. Por ejemplo, en Tebas el dios al que adoraban era a Amón, mientras que en Heliópolis era Ra.

Debido a la cantidad de dioses, los sacerdotes empezaron a darles una historia y a relacionarlos entre ellos, creando así las historias como la creación del mundo, creando así las ideologías que podemos encontrar retratadas en los libros de los «Textos de las Pirámides» o el «Libro de los Muertos«. 

Su forma de ver el mundo estaba basada en el propio Egipto: tierra fértil al lado de un río y rodeados por un desierto. Es por ello que dividieron el mundo en tres regiones:

  • El Cielo, Nun: hogar de los dioses, cuya diosa del cielo, Nut, denominada como «la grande que parió a los dioses», era representada como una mujer con el cuerpo arqueado que cubría toda la Tierra.
  • La Tierra: hogar de los hombres, la Casa de Geb, el dios creador, representado como un hombre tumbado bajo Nut.
  • El Más Allá, o Duat: es el reino de los muertos, donde gobernó Osiris, y posteriormente Horus, espacio recorrido en su barca solar por Ra durante la noche, y por donde vagaban las almas de los fallecidos esquivando las dificultades y peligros.