—Hola. —me dijo acariciando mi pelo. ¿Dónde estaba yo? Miré hacia mi alrededor. Otra vez había dormido con la ropa puesta. Se hacía incómodo.

—Hola. —le sonreí.

—Tu móvil ha vibrado no sé ni cuánto.

—¿Has cotilleado?

—No. No soy de ésos.

Sonreí. Claro que era de ésos, pero se las estaba dando de duro. Una música funky sonaba de fondo. Él estaba desnudo de torso y mi cabeza apoyada en él. Había estado durmiendo horas y horas a su lado. Por la ventana entraba el sol.

—Creo que ya han pasado los días de lluvia. —dijo.

—Hasta invierno. Ya verás qué largo se hará.

—Bueno. La lluvia también es bonita.

—¿Te gusta?

—Pos caro. Tú te asomas ahora con sol y sudas. Pero te asomas con lluvia y te refrescas

—O te mueres del frío, te mojas y pescas un resfriado.

—Jajaja. Me he dado cuenta de que sueles ver el lado negativo de la vida.

—¿Hay uno positivo?

—Toda moneda tiene dos caras. Mírame a mí, mi vida ha sido un desastre pero aquí sigo. Intento recluirme en mi guitarra y en mis colegas. Por eso me hacía el orgulloso cuando me pedías que parase. No es que no quisiera parar, es que necesitaba huir de mí mismo.

—Vaya, lo lamento. Yo pensé que lo hacías para molestar.

—No. Es que me hacía no pensar. Y cuanto más me pedías que parase, más me gustaba tocar.

—O sea que gracias a mí huías de tus traumas.

—Jajaja, sí, parecido.

—Quizá al tontobaba del Javi le pasa igual. —murmuré para mí. Es tan acomplejado que necesita poner la música alta para no escuchar lo que tiene alrededor. Me dio un dolor de tripa y náuseas. Me puse nerviosa. No quería estar sola. No quería que Onai se fuera o me dijera que yo tenía que irme. No quería quedarme sin nadie. Lo abracé con fuerza y se rio:

—Oye, que me aplastas. —me dijo sonriendo.

—Lo-lo siento…

—¿Sabes en qué estoy pensando? —preguntó, ignorando el hecho de que yo sonase triste. ¿Lo haría para animarme, porque no se dio cuenta o yo le daba igual?

—No…

—En ti vestida de bruja sexy. Halloween es en un par de meses, ¿qué te parecería disfrazarte de bruja?

—¿Para qué?

—Para yo ponerte a cuatro y follarte brutalmente.

Sonreí ante la idea. Pero sonreí destrozada por dentro. Ya me venía otra vez la depresión. Era cansino estar así. Era como tener la regla todos los días. Ahora te ríes, de pronto estás con ganas de suicidarte. Ahora bailas de alegría, ahora te metes bajo las mantas y no sales. ¿Sería…? ¿Sería que me estaba cansando de tener tanto sexo?

—Ya veremos. —le dije sin darle muchas esperanzas. Me levanté y cogí el móvil. Llamadas de mis padres junto a varios mensajes de Eric. Hacía una semana que no lo veía. Quizás más. Demasiadas largas. Me decía de ir a cenar. Yo… acepté. No sé por qué. Me sentía sucia estar con él tras haber estado con Onai, pero también responsable de lo que sucedió entre nosotros. Me sentí en deuda, como si le debiera algo. Si no hubiera sido tan débil habría cortado con aquello en ese instante, me habría centrado en Onai y las cosas habrían salido distintas. Pero acepté en ir a una cita con él.

Viva la estupidez.

—Me voy.

—Espera. —me dijo. —¿A dónde?

Hacía un momento no quería quedarme sola, y ahora lo estaba buscando.

—Nada. Creo que todo esto es un error. Lo siento. —le solté como si no me hubiera importado en absoluto, como si hubieran sido dos polvazos y poco más. El arrepentimiento y la vergüenza eclipsaron cualquier sentimiento de amor que hubiera podido llegar a tener por él, quedando únicamente fragmentos de lo que se me asemejaron a ser errores.

—Pero…

—Olvídalo. Por favor, no quiero estar aquí. Estuvo bien, pero ya no más, ¿vale?

—… Vale… —contestó. Parecía un poco dolido, pero de nuevo sacó su coraza anti sentimientos. —No, no vale. —me agarró de la muñeca, atrayéndome hacia él. Me deshice con una bofetada y salí corriendo de su casa.

Pensé: ¿qué se habrá creído? Pero fijo que creyó lo mismo que Eric. Que tenía algo conmigo…

 

Siguiente