Ya era un día nuevo. No hubo ni rastro de Laura. Los del barrio nos dijeron que se había ido hacía tiempo sin decir ni pío. A saber. Estaría con algún familiar, recuperándose del impacto de follarse a mi hermano y a Jenny. Ésos eran los milagros del alcohol. Aquel maravilloso día iría a casa de Eric por la tarde. Al día anterior me di cuenta de que no lo necesitaba tanto como yo misma me había hecho creer. Pensé en que a quien necesitaba era a la gente de siempre. Así que me acerqué hasta mi hermano y le di un abrazo que lo dejó a cuadros. Él estaba escribiendo en el portátil.

—¿A qué viene tanto amor?

—Aún no me has contado de qué va el negocio en Alemania. Ni tus libros. ¿Cuándo podré leerlos?

—Todo es sorpresa. ¡Todo es sorpresa! —aseguró, cuando un escalofrío nos recorrió a ambos al mismo tiempo. Se levantó y puso la estufa, tendiéndome una bata suya, aceptándola encantada. No era un día especialmente frío, ni tampoco lluvioso. Pero… no tengo ni idea de por qué nos quedamos congelados de un segundo para otro. ¿Un fantasma observándonos? La mera idea me aterrorizó. Entonces le vi aquejándose de la muñeca.

—¿Estás bien?

—Vaya. Llevo tiempo con ella doliéndome. Creo que es de tanto escribir y del frío. Nada grave. Espero…

—Ve al médico.

—Nah, déjame. Mis personajes y mis historias me exigen demasiado. Si no las acabo me volveré majara.

—Majara ya estás. —le sonreí. Una sacudida de gotas de lluvia chocó contra la ventana.

—Have you ever seeeeen the rain? —cantó. Que si había visto la lluvia alguna vez.

—Demasiadas veces. —le dije. —Demasiadas veces.

—Y más este invierno. Me encantan los inviernos así. Al estar lejos de casa era cuando más extrañaba el hogar. Abrigarse, refugiarse. La intimidad que te ofrece cobijarte entre unas paredes con techo.

—¿No te…? —me quedé abstraída pensando en mi frase, aproximándome hacia la ventana. —¿No te entristece la lluvia? ¿Qué hay de esa gente desamparada? ¿Qué hay de…?

—No sigas. Lo he intentado miles de veces y nunca tiene remedio. Intenté preocuparme por el mundo, pero es imposible. Un solo ser humano no puede cambiar todo un sistema. Puedes aportar tu granito de arena, contribuir, pero no pensar en todos. Disfruta del momento sin pensar, pues este momento nunca volverá.

Lo miré, con tristeza. De un momento para otro me puse triste. Me acicalé y me cambié rápido y fui corriendo hasta la casa de Eric. No quería esperar más. Cuando abrió la puerta me lancé encima de él, abrazándolo, y le pregunté con lágrimas en los ojos tapadas por el chaparrón que había cogido:

—¿Por qué me trataste tan frío? ¿Por qué…?

No supo qué decir. No supo qué hacer. Suspiró y me estrechó entre sus brazos. Acarició mi melena. Lo miré a los ojos. La chimenea estaba encendida. Quise entrar y quedarme a verla, como solía hacer. Quise entrar, disfrutar de un buen vino, hacerle el amor y quedarnos exhaustos uno enfrente del otro acariciándonos, mirándonos con deseo y pasión. Mirándonos con ternura y cariño. Mirándonos. Pero parecía haber perdido todo eso. Parecía haberle perdido.

Quise alargar el invierno para siempre y pasarlo en su casa junto a él, a solas. Quise ser atada a la mazmorra y sodomizada con todo lo que él tuviera. Quise ser sorprendida con algún restaurante caro o algunas vacaciones inesperadas. Quise ser cautivada por sus palabras caballerosas y por su mirada. Lo quise a él. Lo miré fijamente y me vinieron imágenes de Onai y del vértigo que sentía con él. Cerré los ojos, borrando todo eso, y besé sus labios con fuerza. No me contestó. No quise que lo hiciera. No quise que estropeásemos el momento. Entramos en su casa y cerramos la puerta. Me fue desnudando poco a poco. Con sus manos grandes en gestos pequeños y sutiles. Con su mirada de hielo que derretía y congelaba. Con su sonrisa petrificante y sus besos húmedos y sensuales. Con su cuerpo caliente y palpitante. Con su caricias que me transportaban hasta la luna. Con sus movimientos que me hechizaban y me hacían olvidar. Con su…

Quise ser tratada con desprecio. No sé, en el fondo me infravaloraba yo misma, además de sentir que no era lo suficientemente buena para su cariño. Pero en cambio me trató con amor. Un amor que me aterraba porque claramente no merecía…

 

Siguiente