Al volver a casa una sensación ajena a todo lo conocido me recorría el cuerpo. Una especie de insatisfacción. Como cuando sabes que tienes que entregar un trabajo que no has hecho y sientes remordimientos. O como cuando sabes que deberías estar en otro lugar que no te corresponde. Era…

¿Sería el autobús? Lleno de gente que olía a alcohol, vómito, colonias con olores demasiado fuertes… Empujando, gritando, música en el móvil que a nadie le interesa…

Qué estrés. En cuanto se detuvo en mi parada pegué un salto hacia la libertad. Para colmo el sol me había estado dando en los ojos todo el trayecto; y que para más inri abrasaba ese día. Por desgracia, o fortuna, solamente fue un momento. Un par de horas en las que las nubes se apartan para darle un respiro a la tierra. Miré hacia un parque de una urbanización vecina. Había como ocho o nueve pseudo raperos. Sí, de ésos que sólo lo hacen por aparentar. Sudaderas grandes, gorras a un lado y pantalones cagones. Conocía a un chaval de pelo largo que vestía pantalones rojos y chaquetas de cuero que sabía más que todos ellos juntos. Conocía a los típicos grupos que no conoce nadie excepto aquéllos que están en metidos en el mundillo, no como esa panda del parque, que escuchaban a los cinco o seis raperos de moda y poco más.

Estaban grabando un vídeo musical con algún tema que habrían grabado ellos mismos. Me acerqué. Por curiosear, más que nada. Alguno se quitaba la parte de arriba para fardar, en plan mafioso. Me habría gustado ver a cualquiera de éstos en el peor barrio de Latinoamérica, a ver cuánto duraban. Rimas fáciles, la mayoría pareados, sobre una base de Dr. Dre y a descompás de la canción que sonaba en el móvil. Sí, porque tenían un móvil donde sonaba su canción mientras hacían el vídeo. Y el que no hacía playback, cantaba como el culo, olvidándose de sus propias frases constantemente. Era un espectáculo digno de ver para descojonarse. Su canción estaba sobrecargada de auto-tune y a veces no coincidía con el bombo clap. Cuando quise darme cuenta yo estaba analizando mejor su canción que ellos mismos. ¡Qué poca capacidad de autocrítica!

Miré hacia el suelo. Es lo malo de haber tenido un novio al que le chiflaba el rap. Rasqué mi cabeza y retiré hacia atrás el pelo, yéndose mi mirada hacia el cielo, en el cual se formaban nubarrones gigantes.

—La que habéis liado. —murmuré sin que me oyeran. Suspiré, yéndome hacia casa, pero escuché la música de Javi retumbando antes de que entrase incluso al portal. Se me quitaron las ganas de encerrarme entre cuatro paredes para oírle a ese despojo humano. Se asomó por la ventana. Mira que eres feo, cabrón. Típica cabeza de marciano. Sí, ésa hinchada por la parte de arriba y acabada en forma puntiaguda, con una nariz aguileña y unos ojos desproporcionados. Pero feo, feo, feo hasta decir basta.

Di un par de pasos hacia atrás y choqué con Onai. Lo peor fue que me alegré, incluso.

—Déjale. —me soltó. —Estoy seguro que tiene problemas de autoestima y pa no escucharse a sí mismo pone la música tan alta.

—¿Una forma de huir?

—Pos caro. —me sonrió, encogiéndose de hombros. Tenía tirantes blancos y pantalones vaqueros.

—¿Qué tal mis fotos? —le pregunté con picardía.

—Flaman. Necesito más.

—Ah, algún día. Gánatelas.

—¿Cómo?

—Ya pensarás cómo.

—¿Quieres subir a mi kelly? Prometo no acosarte. Palabra de gitano.

—Trabájatelo más. —le sonreí, y me despedí de él, dejándolo a medias con ganas de hincarme un bocado. Qué putón era yo. Menos mal que tras acostarme con Eric pude cambiarme de ropa o habría sido violada de inmediato…

 

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