Al despertar el mundo entero se había sumido en el más profundo caos. El grupo de WhatsApp ardía. Al ir al salón Jenny estaba tomándose una leche calentita mientras observaba a la lluvia caer. Los cristales estaban completamente empañados. Parecía que se hubiera desatado la tormenta más poderosa y rabiosa posible. La lluvia salpicaba tan fuerte en el cristal que creía que lo acabaría atravesando. Intenté ver lo que ella miraba, pero no vi nada. Era imposible. Tanta agua y tanto vaho resultó en una visión confusa de lo que ella estuviera mirando. Y entonces lo comprendí tan pronto abrió la boca. Antes de que dijese su frase, incluso:

—Me lie con el Chino. Joder. ¿Tan bajo he caído ya?

—Encima tiene novia.

—El alcohol. ¿No te metería alguna pastilla, no?

—A mí no me pasó nada. Ni a la mayoría.

—Entonces no tengo ni idea. Tampoco recuerdo bien qué pudo haber pasado.

Que bebiste del vaso del Johnny, pero mejor me callo. Saqué el móvil dispuesta a leer alguno de los trescientos mensajes que habían escrito.

—¿Te hago un resumen? —me preguntó.

—Me lo puedo imaginar.

—No, no te lo imaginas. El Chino lo ha dejao con la novia y está chinao conmigo.

—Jajajajaja. —reí por el juego de palabras, y de inmediato me llevé las manos a la boca: —¡Perdón!

—Perdonada. —me miró fulminante. —Dios, me duele la cabeza que me va a reventar.

—¿Y sobre Johnny y Sarai?

—Ah. Peor. —una ráfaga de gotas furiosas nos distrajeron. Cerré las persianas, dejando solamente su sonido como fondo. Un sonido que nos obligaba a hablar alto. Temía que pasase algo y el casero me echase la bronca. Tuve escalofríos terribles. Miré la hora. Las ocho de la tarde. Ni me había dado cuenta.

—¿Qué pasó? —le pregunté al verla como si se hubiera olvidado de lo que fuera a responderme.

—Creo que el clan de Onai ha ido a hablar con ella y le han echado una bronca buena. Ella asegura no acordarse de nada. Onai dice que no pasa nada y que la perdona. La familia la llama puta y que no han criado a una chica así. Pero luego se han calmado, creo. Van a investigar si la drogaron.

“Mierda”, pensé.

—Y no te creas. La nueva actualización es que Sarai y Johnny se han vuelto a liar. No sé cómo ni por qué, o cómo les habrán pillao. Sarai sigue diciendo que no recuerda nada pero ya la han repudiado.

Parpadeé tantas veces que casi se me caen los párpados.

—Imposible. ¿Qué pasó?

—Nadie sabe. Ni Onai. Creo que ni Johnny. Te digo yo que es muy turbio todo. Creo que el mundo se nos está cayendo encima y por eso estamos tan raros.

—¿Vamos a morir?

—Es lo más probable.

Un escalofrío recorrió mi espalda, tomando sus palabras como verdad. Luego miré el WhatsApp. Me centré en la conversación de Onai:

“Imagino q duermas pero ya sta todo resuelto”

“Ha costao un poko pero xfin lo logre”

“Durmiendo aunnn?? Pfffffffrrffffgffffff”

“T lo cuento pero brra los mnsajs mi familia vino y fuimos a solucionarlo cuando invite a jony pa aclarrarlo y los volvi a drogar y s volvieron a liar y justo casualmnt entro otro primo mio cuando corrieron d ostias a jony y a mi por permitirlo”

“Llamame o avisam cuando dspiertes”

“M duele :S :(“

Me preocupé. Había otros mensajes de la misma índole. No quise llamarlo debido a que estaba Jenny delante y aunque me encerrase en un cuarto podía poner la oreja. Es más tentadora una conversación en voz baja que una en voz alta, así que acordamos en quedar cuando amainase un poco. Miré a Jenny. Rectifiqué. Lo más probable es que Jenny fuera a quedarse conmigo hasta que se recuperase sentimentalmente. Lo invité de todas formas.

—Le he dicho a Onai que venga para aclararnos lo sucedido.

—¿Sí? Pf, mejor, a ver si nos ayuda. Una cosa… ¿noche de chicas?

La miré con desgana, pero asentí. Ella no estaba para analizarme, a lo que me dijo:

—Me imagino que no tengas ganas de fiesta. Yo tampoco. ¿Pastilla pa la cabeza y a dormir?

—Sería lo idóneo.

Y así hicimos hasta que nos despertó el timbre. Me levanté tambaleando hasta que le abrí. Le hice una señal para decirle que Jenny estaba ahí. Asintió a lo que me dijo en susurros:

—Ha sido la mayor locura del mundo.

—¡Onai! ¡Cuéntanos! —gritó Jenny. Aquél se acercó hasta el salón. Estaba calado. Le traje una toalla y se sentó al sofá para hablarnos:

—Pos na, mi familia fue a hacerle una prueba de sangre y sí, salió que consumió drogas, pero entonces invité a Johnny y a Sarai y parece que ha surgido algo entre ellos, porque empezaron a liarse. Y justo aparece mi primo, que al verlos nos corre a hostias a mí y a él. A mí por permitirlo y a él por hacerlo. Se lo contó a mi familia y ahora está Sarai quedándose un tiempo conmigo porque la han repudiado y no tiene a dónde ir. Y a Johnny…

Enarcamos ambas una ceja, expectantes por lo que nos iba a decir.

—A Johnny le han arrancado los testículos y le han cortado la polla.

Jenny gritó espantada. Mi alma se encogió tanto que no pude ni divisarla. No podía creerlo. Si su familia se enteraba de que Onai y yo estábamos tras de ello acabarían con nosotros. Y quizá torturados y descuartizados. Empecé a marearme. Johnny había perdido la polla por culpa nuestra. No había vuelta atrás. Él y yo estaríamos juntos. La sentencia se había firmado con sangre. Jenny incluso fue corriendo al baño, a vomitar.

—¿En serio? —le pregunté. Onai asintió con la cabeza, a lo que me confesó:

—Me he pasado demasiado. Casi me la cortan a mí por permitirlo. Sabían que yo no estaba de acuerdo con la boda y piensan que eso la ha animado a que hiciera tales cosas. Están pensándose el hacerme algo. Estaremos un tiempo alejados, ¿vale?

—¿Un tiempo? ¿Cuánto?

—No sé, dos o tres meses. Hasta verano. Deja a la primavera pasar. Para verano habré hecho pasta y nos largaremos. No importa a dónde.

—Sí. Un lugar donde pueda acabar mis estudios.

Sonrió.

—¿Eso es un sí? ¿Te vendrías conmigo?

Asentí con la cabeza. Me abrazó y besó mis labios mientras de fondo se oía a Jenny vomitando. Recordé la razón por la que vomitaba y me dieron ganas de ir a hacerlo a mí también.

—Es broma. —me acabó confesando. —Le han reventado un testículo de las hostias y roto tres costillas, pero no le han cortado la polla.

—¡Hijo de puta! —gritó Jenny de fondo.

—¡¿Pero a que te sientes mejor?! —gritó, riendo.

—Gilipollas. —le dije yo.

—Pero lo de que casi me la cortan es verdad. —bajó el tono de voz. —¿Sigue en pie nuestra fuga? ¿O te ha entrado miedo y has perdido el compromiso conmigo al ver que otro sufrió por nuestra culpa?

—Sí, sigue en pie el compromiso.

Y amplió la sonrisa. Me asintió con la cabeza y se alejó:

—Debo cuidar de Sarai un tiempo. Cuando sepamos qué hacer te hablaré.

—Vale. Yo iré a hablar con Eric. —el rostro pareció oscurecérsele, cambiársele por completo. —Voy a zanjarlo de una vez por todas.

Me sonrió y asintió con la cabeza. Y se marchó, confiando en mí. Le escribí un wassap a aquél, que envió a César a recogerme de inmediato. Y fue cuando mi mente pareció perderse. Llegó el momento…

 

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