Fue una odisea volver a casa. El peor día de fiesta de mi vida. Pasamos hasta la tarde del día siguiente en aquel pueblo atrapados. Yo esperando a que al Chino se le quitase el ciego para que pudiera conducir de vuelta. Porque no sólo era el alcohol, sino la droga. Resulta que le dio por darle un trago. Me dijeron que soltó la frase de: “un traguito no hace daño y no es multa” para que a los diez minutos estuviera dándolo todo para caerse tirado en el suelo y tener que arrastrarlo hasta el coche para que pudiera dormir un poco.
Johnny, Jenny y el Chino. Todos durmiendo la mona. Y yo velando por ellos, desayunando donde podía. A lo tonto acabé dejándome unos cincuenta euros. Aprovecharía aquel día al volver para cobrar el cheque. Aunque tenía tanto sueño que temía desplomarme nada más llegar a casa. Y hablar con Eric, claro. Sí, tenía mucho por hacer…
“Salio ‘bn’”, me dijo por WhatsApp.
“Esperemos q no haya consecuencias muy desastrosas”
“Apart d k sera repudiada y tndra k star con un payo?? No”
“¿Has condenado a tu amiga por solamente no querer casarte?”
“Y, aparte de eso, la he condenado por ti” me escribió bien, afectándome más sus palabras, poniendo más peso sobre mis hombros.
Al poco el Chino despertó y condujo hasta casa de mi hermano primero, y luego iría al barrio. Subí a Jenny y la dejé acostada sobre la que fue mi cama, para ir a cobrar el cheque, volver y quedarme frita yo también, en silencio, sin vecinos molestos. No era cosa de tener más o menos dinero, sino de saber elegir la zona. Y entonces me dormí. El desenlace estaba a punto de acontecer. Por fin yo me quedaría con uno. Pero… ¿quién sería?
¿El príncipe?
¿O la bestia?