Caen sobre mí todos esos sentimientos viles que un ser humano rechaza desde que nace. Porque no está bien hacer daño a los demás. Porque es lo único que yo quiero en estos momentos. Porque si la vida transcurre tan pesada, tan ruin, tan abrumadora… es imposible no albergar odio en el corazón. No es por las enfermedades naturales, o artificiales. Tampoco por la codicia humana, su estupidez, sus malintenciones.
No. Tampoco por la dificultad de conseguir lo que anhelas. O de decirle a tu mente que todo lo que quieres no se puede. O que sería absurdo.
Es por la suma de todo ello junto por la que existe tanta maldad. Hay momentos buenos. Y nos calmamos a nosotros mismos pensando en que llegarán cuando logremos determinados objetivos. Pero no llegan. Porque nunca llega la forma en la que pensamos que lo haremos.
Todo se basa en una acumulación de decepciones amargas que saturan al espíritu. Todo depende de otros seres humanos. Uno no depende de sí mismo. Depende de los demás. Y si uno es un genio y los demás necios, ¿quién es el necio?
Todo es una oscuridad tenebrosa.

Todo es Obscuritas Tenebrae.

¿Qué hacer cuando tu corazón pesa más que una pluma? ¿Qué hacer cuando solamente quieres acabar con todo? No puedes huir, no tienes piernas. No puedes gritar, te robaron la voz. No puedes moverte, te programaron para no hacer nada. Para resignarte y deprimirte. ¿Cómo salir de algo para lo que te educaron desde pequeño? No sólo la sociedad, ¡la vida en sí misma!
Lo mejor siempre es echarse un rato. Porque al despertar, los problemas seguirán ahí, pero estarás lo suficientemente descansado como para querer afrontarlos. O para reanimar a las piernas y huir. Huir…

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