Hacíamos ya un par de meses juntos. Me llevó hasta el puerto, creyendo yo que cenaríamos junto al mar, y nada de eso. Me sorprendió subiendo a un barco que se asemejaba a un yate. Me tendió una mano y me sonrió. No me lo pude creer hasta que estábamos en mitad del mar anclados. Sentí una brisa nocturna marina que purificaba los pensamientos y aclaraba las ideas. Ni siquiera me atreví a hablarle hasta que solté un simple:

—Guau…

—Mola, ¿eh? Y cristales tintados. Así no nos puede ver algún pervertido a lo lejos.

—¿Y esta sorpresa?

—Me apetecía hacer algo especial por ti.

—Pero… yo no lo valgo. Ni tampoco he hecho nada especial por ti.

—¿Cómo que no? ¿Esbozar la sonrisa más maravillosa del mundo y dedicármela es no hacer algo especial?

Me ruborizó hasta el punto en el que me escondí detrás de mi cabello cual avestruz, como si eso de verdad me fuera a ocultar de él. Lo apartó con dulzura y me sonrió, besándome con ternura en los labios. Me enseñó el camarote, el cual era gigante, en un tono vainilla. Una cama doble con una mesa enfrente y un pequeño mini bar al lado. Me enamoró en cuanto entré. El escenario, digo.

Preparó la mesa con velas y un champán del caro.  Me miraba con elegancia y caballerosidad. Le sonreí tímidamente, a pesar de todo lo que compartimos. Estaba nerviosa. No comí mucho, pues imaginé que después haríamos el am…

Él hizo algo especial por mí, y yo haría algo especial por él. Me tembló la pierna. Él posó su mano sobre ella y me provocó un escalofrío. Retiré mi pie del tacón y lo llevé hasta su entrepierna, sobándosela. Una erección inmediata anunció lo que estaba por suceder. Me agarró en brazos y me llevó hasta la cama, que se amoldó a nuestro tamaño. Me retiró el vestido con cuidado mientras besaba las partes de mi cuerpo que iban quedando descubiertas. Una vez desnuda me comparó con una diosa, abrumándome con sus elogios. Era mi turno de tomar la iniciativa. Lo puse bocabajo y retiré su pantalón. Mordí sus calzoncillos y se los quité con la boca, rozándome su pene la mejilla. Lo agarré con fuerza y se lo estrujé, dejando que mi cálido aliento cayese sobre su glande. Sin embargo, no quise comérselo. Aún no. Lo rocé suavemente con la punta de mi lengua y entonces se lo masturbé con rapidez. Contrajo el rostro y los dedos, dejando escapar gemidos tímidos. Al oírselos mi pasión se fue desatando. Me encantaba escuchar cómo recibía placer y ser yo quien se lo diera. Me encantaba entregarme a él.

Me puse encima. Aún tenía la camisa puesta. Yo estaba entera desnuda. Abrí su camisa en dos, saltándoseles botones, como de costumbre, y acaricié su pecho desnudo. Besé sus pectorales mientras con una mano rozaba su pene contra mi vagina. Yo me hallaba húmeda. Poco a poco fui cayendo sobre él, sintiendo cómo me inundaba. Estaba más duro que de costumbre. Elevé mi cintura, apoyando mis rodillas en el borde de la cama, y volví a caer sobre él. Sus dedos acariciaron mi espalda, dándome escalofríos mientras el orgasmo empezaba a asomarse sin apenas penetrarnos. Nos miramos a los ojos, sintiendo un ardor que nacía en nuestro estómago y calentaba nuestra piel. Eric eyaculó antes de que yo me corriera.

Sentir su pene estremeciéndose mientras yo lo montaba aumentó la intensidad de mi orgasmo. Gemí como una loca, y al acabar caí sobre su pecho. Su pene, todavía duro, estaba dentro de mí mientras sus brazos me rodeaban. Movió su cintura para penetrarme un poco más. Era el gusto que quedaba tras el subidón. Si continuaba me excitaría de nuevo. Sus manos se posaron sobre mis nalgas, a las cuales manoseó. Por un momento pensé en que me habría encantado sentir su dedo en mi ano. Me ruboricé y contuve el aire. Se me pasó la excitación que me estaba volviendo. Él también se detuvo. Me miró. Reímos abrazados. Pero entonces analicé la escena. Me supo a… poco, otra vez. Fue… rápido y sentimental. Yo… necesitaba sexo de horas y con violencia. Que me pegase y así me evitase amarlo. Porque cada vez que nuestras miradas se detenían mi corazón palpitaba. Por desgracia, o fortuna, en menos de lo que yo misma pude darme cuenta obtuve lo que deseaba, aunque no de la forma en la que pensé…

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