Descargas:

ePub          PDF – PC

Capítulo 7.2 – Recluta

 

– No mováis ni un músculo. – nos dijo.

– ¿Cómo nos has encontrado? – pregunté.

– Es fácil seguiros el rastro. Estáis en busca y captura. Vuestra descripción encajó con vuestras patéticas caras y decidí ir a por vosotros yo mismo.

– Tienes buenas habilidades para el rastreo. Los del ejército tienen fama de burros.

– ¡CALLA! – dijo dando un portazo cuando todos entramos. Nos manteníamos a unos cinco metros de distancia de él. Era alto, con buenos músculos, tez blanca, pelo corto algo castaño, y mandíbula cuadrada. Era guapo, pero imponía demasiado.

– ¿Qué quieres?

– Os reísteis de mí. A mí no se me escapa nadie. Os detendré y os llevaré ante la justicia española.

– ¿Justicia en España? Sarcasmo, ¿verdad?

– ¡Calla! Ponle las esposas a tu amigo. – me lanzó unas, refiriéndose a Akira. – Y hasta que no suenen cómo encajan no dejaré de apuntarte.

– Entonces si tienes pensado detenernos, no nos dispararías. De hecho, si lo hicieras y los gobiernos se enterasen tendrías un grave problema. Podrías ir a la cárcel. ¿Y de qué país? ¿Te gustaría estar hablando todo el día en francés, o alemán? ¿O cuál era el otro idioma de aquí…?

– ¡Calla!

– ¡Tú y tus «calla»! Eres un pesado, colega.

Se acercó para atizarme con la culata del M16, pero rectificó.

– No voy a repetir el mismo error de acercarme a vosotros. Sois mejores en el cuerpo a cuerpo.

– Pero si no vas a disparar me acerco yo. – le dije abalanzándome sobre él. Forcejeamos a la hora de quitarle el M16, disparándose. El alma se me empequeñeció pensando que habría dado a algún amigo mío. No, justo estaba apuntando a la otra dirección. Él también se asustó por haber dado a alguien, pero, al darse cuenta de que no, fue a golpearme. De un momento para otro lo redujimos entre Chorro, Akira y yo.

– Tres contra mí. Sois una panda de mariconas bastardas hij… – le tapé la boca con celo. Lo atamos a una silla y nos quedamos mirándolo.

– ¿Y ahora? ¿Qué hacemos con él? – preguntó el cura.

– No sé, pero hemos conseguido arsenal nuevo. – dije.

– Me renta. – sonrió Akira.

– ¿Y si lo intentamos convencer de que no somos malos? – preguntó Cris. – ¿Y si le enseñamos lo que hacemos?

– Mierda, igual ha avisado a más gente. Deberíamos largarnos de aquí. – dije.

– ¿No piensas ayudar a los lobos? – preguntó Akira.

Me quedé pensativo. Le quité el celo de la boca. Refunfuñó.

– ¿Has avisado a alguien?

– Sí, vienen a por vosotros.

– Mientes. Gracias por la información. – cogí esparadrapo y le tapé mejor con aquél. Apenas teníamos ya cosas de las tantas que habíamos cogido. Algunas se quedaron en el coche cuyo motor reventó. – Hagamos eso que dijo Cris. Convenzámoslo.

– ¿Con qué fin? – preguntó Akira.

Me encogí de hombros. Simplemente quería hacerlo. Mi compañero leyó mis intenciones en mis ojos. Pareció aprobarlas. Veríamos si todo saldría como lo esperado, o se iba a la mierda.

– Menuda rayada, aún tenemos que esperar a que pase la noche. – dije yo resoplando.

– Mfmfmfmf. – decía el soldado sin poder pronunciar palabra.

– Sí, mfmfmfmf, te entiendo.

Me dedicó una mirada fulminante. Le esbocé media sonrisa. Cris se acercó por detrás y me abrazó. Me giré sonriendo y le di un beso pequeño. Entonces miré sus ojos. Estaba enamorándome lentamente de ella. Exhalé un leve suspiro. ¿Sería bueno? No, sin duda, pero ya era tarde para echarse hacia atrás. Me encantaba su compañía, y había empezado a necesitarla, por poco tiempo que hubiéramos estado juntos.

Me asomé por la ventana. Las nubes pasaban lentas y la luna brillaba de un color más fuerte del habitual a través de ellas. Ahí afuera una manada de lobos corría libre. No solían ser peligrosos, pues estaban más en sintonía con la naturaleza que el resto de seres. Eran más pacíficos incluso que los humanos. Al menos su parte humana. Su parte loba no. Ese noble animal que se alimentaba por necesidad entraba en frenesí una vez que probaba la sangre. Estaba en su naturaleza matar, y sus ansias asesinas se desataban una vez que lo hacía. El destino lo conducía a ser un depredador, y por ello debía ser cazado. Para proteger unos seres otros debían morir. Ley de vida.

-¿Rallándote el coco? – preguntó Akira. Me conocería siempre mejor que cualquier mujer en el mundo. Igual debería plantearme el pasarme a la otra acera.

-Qué bien lo sabes.

– Podríamos relajarnos, sólo por esta noche. Pizza, pelis, alcohol, y un hombre amordazado. ¿Qué hay mejor?

– Una mujer amordazada por voluntad propia. – dije yo riendo.

– Si quieres podéis atarme. – dijo Cris. Mi sonrisa se borró y dije un no rotundo, riéndose ellos. Hicimos lo que Akira propuso. Llamamos a un servicio de pizzas a domicilio y nos pusimos una película descargada ilegalmente de internet. Qué malotes.

Era de risa. Nos reíamos más de las tonterías que nosotros soltábamos que de lo que veíamos. Pusimos cómodo al soldado para que lo viera junto a nosotros y en alguna ocasión lo vi de reojo sonriendo, o intentándolo. Se lo pasaba bien, y en el fondo sé que empezó a cogernos cariño. Era lo que yo pretendía.

La noche se fue volando película tras película. El alba despuntó a lo lejos. El timbre sonó. No habíamos dormido nada, estábamos algo contentillos por el alcohol y muy vitalicios, y abrimos, con precaución, la puerta. Era Lili con ropa rasgada y sucia. Estaba un tanto sexy. Cómo no, Cristina le dedicó una mirada que la habría tumbado allí mismo.

– ¿Empezamos? – preguntó. Olfateó el ambiente y se dio cuenta del soldado. – ¿Y ése? ¿Qué fiesta tenéis aquí montada?

– Queremos convencerlo de que no somos malos. – dije. – ¿Nos ayudas?

– ¿Cómo?

– Transformándote. Así se dará cuenta de las cosas sobrenaturales que investigamos, e igual es más condescendiente con nosotros.

– Llevo toda la noche transformada en lobo con la jodida de pensar que algo nos quiere matar, ¿y me pides ahora que me transforme?

Asentí con la cabeza. Suspiró.

– Está bien. Todo el mundo lavándose ahora pero yo sucia por avisaros, y encima de vuelta a mi forma de loba, pero en fin…

Entramos, cerramos y nos pusimos frente al soldado. Lili se transformó en una loba con pelaje blanco delante de él. Sus ojos se desencajaron, incrédulos, y pataleó en la silla, yéndose hacia atrás si no hubiera sido porque apoyé mi pierna en su espalda y lo volví a erguir. Después le quité la mordaza.

– ¡¿Qué coño sois?! ¡¿Qué putas hostias queréis?!

– Demostrarte que no somos malos. Si huíamos era porque necesitábamos llegar a Francia a investigar un medallón que llevo yo desde hace muchos años. Desde que mis padres, y los suyos – señalé a Akira. – murieron en manos de unos demonios. No queríamos causarte problemas. Investigamos estos sucesos que sólo viven en la memoria de las leyendas humanas. Con tanta tecnología y avance actual no se han conseguido desentrañar todo esto. O sí, pero no se revela. Menos nosotros, que lo encontramos con facilidad, y creemos que se debe al amuleto. Tenemos que investigarlo, y ahora las pistas nos llevan a un pueblo de Alemania, donde creemos que es una trampa. Nos podría venir bien tu ayuda, ¿qué dices? ¿Te apuntas?

– Pero… ¡¿qué coño?! ¡¿Estamos locos?! Yo…

Lili gruñó. Otra vez casi se va hacia atrás si no llega a ser por mí. Mis compañeros me miraron sorprendidos por mi proposición, excepto Akira, que se había dado cuenta desde el principio.

– Mi nombre es M. Él es Akira, aquél Chorro, y ella Cristina. Ah, claro, y ella Lili. Tenemos que ayudarla. Hay un ser sobrenatural que va detrás de ella y de su tribu. ¿Te apetece venir con nosotros, y luego tomas una decisión?

Me miraba aún con los ojos desencajados. No se creía nada de lo que estaba pasando. Lili recuperó su forma. Estaba desnuda, y acostumbrada a que la vieran porque ni le importó. Se vistió y yo, después, desaté al soldado.

– ¿Sabías que duele cada transformación? – preguntó ella. – Los huesos se transforman para habituarse a los de un lobo.

– Lo siento, pero era necesario.

El soldado se masajeó las magulladas de sus muñecas. Nos siguió mirando, impactado y un tanto incómodo.

– Está bien, iré con vosotros… Mi nombre es Marc.

– Encantado. ¿No tienes miedo?

– No. – dijo convencido de ello, aunque en el fondo fuera mentira. – Juré proteger mi patria y mi pueblo, y creo que debería volver a España en cuanto antes, pero… Si sé combatir a lo que nadie más sabe, mejor soldado seré.

Sonreí. Ya éramos un grupo de cinco. Ahora quedaba ponerse rumbo al cementerio donde Andrea fue enterrada…

 

– Aquí, donde esos monolitos. – dijo Lili una vez que llegamos a esa parte del bosque tras una hora y media esquivando zarzas, mosquitos más molestos que vampiros milenarios, y lodo. Ay mi pobre gabardina. Empezaría pronto a perder color como la otra. De hecho pensé que apenas me duraría un par de aventuras. ¡Pues que se tiñera de sangre y de mierda!, ¡me importaba un comino! No iba a sacrificarla como la otra, la cual aún la seguía guardando, aunque me vinculase a crímenes por los que quizá me buscaban. Nah, a los seres que maté nadie los echaría de menos.

Inspeccionamos las tumbas, rodeadas por cuatro monolitos pequeños. Estaban revueltas, pero de entre todas una destacó. Algo había salido de ella.

– Andrea… Así que es ella… – dijo Lili con la mirada perdida, y afligida por lo que su imaginación le estaba haciendo pasar.

– Ella ya no es Andrea, sino un ser lleno de venganza y odio. No tienen conciencia humana. Seguramente su alma esté fuera, pero todo lo que sufrió es lo que mueve su cuerpo. No sientas pena u odio. Vamos a buscarla.

Miré mejor la tierra. Llevé mi mano hasta ella y agarré un puñado para luego olfatearla. Mi mente se abstrajo. Akira me estuvo mirando. Yo era el de investigar las pruebas, y él el de leerme mis intenciones y actuar acorde a mis gestos. Esbocé una pequeña sonrisilla y le asentí con la cabeza.

– No me digas más, alguien cagó ahí. – dijo él con su típico humor fuera de tono. Lili lo miró con desprecio, entendiéndole algo, y yo le contesté:

– Algo parecido. Hay lodo por aquí, y tierra.

– ¿Se arrastró por el bosque? – preguntó Lili.

– Podría ser. Necesitamos encontrarla para saber qué tipo de vampiro es y actuar conforme a ello, aunque casi todos mueren si les arrancas la cabeza o el corazón. Dime, ¿quién podría ser su próxima víctima? ¿Con quién más estaría interesada en acabar?

– No lo sé.

– Piénsalo, por favor.

– Esto no tiene pinta de… – iba diciendo el soldado cuando paró. – De que haya escavado hacia arriba. Y si es un vampiro qué hace de día por ahí. ¿No debería estar en su tumba?

Lo miré como quien mira a un niño recién nacido y me entró nostalgia y un sentimiento protector.

– ¿Qué está diciendo? – preguntó Lili en inglés.

– Que nuestra misión se acorta. Ya sé qué tipo de vampiro es. Necesitamos reunir a la manada para protegernos.

– Gerard, su cuñado. – dijo Lili, recordando. – Siempre estuvo detrás de ella, y entró en cólera cuando le rechazó, pero siguió insistiendo.

– ¿Nunca se cansó?

– No. Podría ser su próxima víctima. Nunca le agradó, pues, a pesar de que intentase ser bueno con ella, era malo con su propio hermano, el marido de Andrea.

– Quizá también lo culpa por su muerte. Debemos tener a la manada unida. Vamos, no tenemos mucho tiempo.

Saqué una pistola de mi vaquero y se la entregué a Marc en señal de confianza. Era la de Cris, pero ella, al no saber usar una y no tener intención de aprender, se ofreció voluntaria a dármela antes de salir, a pesar de que no le pareciera del todo una buena idea incorporarlo al grupo.

Marc me miró, sonrió y se la guardó. Por un momento temí haber cometido un error. Mi instinto a veces me traicionaba. Esperé no equivocarme aquella vez…

 

 

©Copyright Reservado

Libre distribución sin fines lucrativos mencionando la página y el autor

Prohibida su venta

Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *