Descargas:

PDF – PC          ePub

Capítulo VIII

 

– Vayámonos, por favor. – le supliqué a Aleksander. – Apenas han sido unas horas, pero me siento presa en esta casa. Contigo he cumplido los sueños más maravillosos de toda mi vida, y tengo recuerdos geniales de lo vivido aquí, pero…

– Sí, lo sé. Estamos rodeados, y quieres salir afuera.

– Sí…

– No podemos huir. Todo se pone en nuestra contra ahora. Debemos resolver todo nuestro pasado de una sentada, o nos perseguirá para siempre, y yo quiero vivir contigo libre de problemas.

– ¿Y cómo lo hacemos? Uno es medio demonio, y el otro es inmortal.

– Por eso mismo… haremos que se maten entre ellos.

– ¿Hm? ¿Cómo?

– Galios me culpa por la muerte de su clan, y yo no le quito razón. Sin embargo, también tiene resentimiento contra mí, por haberme hecho el líder y el jefe. Si él hubiera sido el jefe, habrían muerto de todas formas. Yo al menos obtuve venganza en el mismo momento en el que todos morimos. Podría haber rehecho su clan, pero en su lugar eligió buscarme para vengarse.

– ¿Merece morir?

– Sé que busca la muerte, por eso acude a mi puerta. Soy el único que puede darle punto y final a su miserable vida. No se atreve a acabarla él mismo. Es imperecedero, pero no inmortal exactamente. Puede morir. Le daré esa satisfacción, pero cuando haya acabado con el cazador.

– ¿Qué le dirás?

Esbozó media sonrisa.

– En breves lo verás, mi niña.

Dios, sus sexis labios. Me lancé a besárselos sin pensar. Me rodeó con sus corpulentos brazos y volvimos a hacer el amor antes de que la matanza comenzase, a pesar que dijese que no minutos atrás. Mientras lo hacíamos me vino el pensamiento de perderlo, lo que me alentó a abrazarlo y no querer soltarlo nunca. Con ese sentimiento de miedo por que todo acabase en el olvido, llegué al orgasmo, aunque no lo disfruté del todo. Tenía mucho miedo, demasiado. Comencé a llorar, y él adivinó lo que me pasaba. Me consoló entre sus brazos, caricias y dulces besos. Lloré a pleno pulmón, sin importarme que me oyeran. Estaba harta. Siempre había alguien dispuesto a joderme la felicidad. Sólo quería ser libre a su lado. Había encontrado al hombre de mi vida, que me amaba, me respetaba, me quería, me cuidaba, me protegía. Lo era todo. Y me había entregado su virginidad tras siglos manteniéndola, aunque hiciera el amor como un experto. No dudé de él. No dudé más. Sabía que me estaba siendo sincero, y que las medias verdades que me dijo fueron para protegerme. Sólo necesitaba sentir ese calor en mi alma cuando su cuerpo estaba cerca del mío para darme cuenta de ello.

– Te amo, te amo, te amo… – le dije.

Él también… lloró… No me había dado cuenta, pero de sus ojos cayeron lágrimas. Me las esperaba de sangre, pero, en cambio, eran como las mías. El sufrimiento nacido de su alma era igual que el mío. Nuestras almas… eran las mismas…

– Te amo. – me dijo en un sollozo. Recuperó el aire perdido y besó mi frente.

Tras un rato en un silencio doloroso, me dijo:

– ¿Tan mal lo he hecho?

– Bobo. – dije, riendo. Supo dibujar una sonrisa en mi rostro amargo. Supo darme felicidad en la tristeza. – Contigo he sentido más en un segundo que en el resto de mi vida.

Me sonrió, y besó mis labios.

– No hay vuelta atrás. Voy… al campo de guerra.

– No, no quiero. ¿Y si mueres? ¿Y si me quedo sola esperándote?

Enmudeció.

– ¿Podrías llegar a ser feliz sin mí? – me preguntó.

– ¿Pero qué broma es ésa? ¿Eres idiota? Si tú te vas… yo me voy contigo…

– Entonces hasta luego, o hasta pronto.

– No, prométeme que volverás. Por favor, prométemelo.

– No hace falta prometerlo, porque está claro que volveré.

– ¡Prométemelo!

– Vale, lo prometo.

Me besó en la frente, se vistió, y se marchó, haciéndome pasar las horas más angustiosas de mi vida.

Fui hasta la cocina, cogí un cuchillo, y volví hasta el sótano. En caso de que apareciera algo o alguien… lo mataría. Pero no era ése el propósito inicial de mi idea por cogerlo, sino el de arrancar mis venas si mi Aleksander no volvía a mí. Recé para que el alba no lo pillase. No soportaría estar un día entero sin tener noticias de él. Si al menos me hubiera dejado el móvil…

Pasaron las horas en las que yo me inquieté. Puse música, pero me aburrió. Puse una peli, pero no pude concentrarme. Era imposible. Sólo me quedaba dar vueltas, y vueltas, y vueltas, hasta que él…

– ¡Adriana! ¡Contéstame!

Unos gritos a lo lejos me sumieron en un estado de shock. Me quedé paralizada, con escalofríos recorriéndome. ¿Había sido ésa la voz de…?

– ¿Adriana?

¡Era Silvia! ¡Maldita! Sí que nos había seguido. Estaba gritándome desde fuera de casa. ¿Si la pillaba el lobo? ¿Si llamaba a la policía? ¿Si nos delataba…?

Corrí a abrirle la puerta guardándome el cuchillo y a invitarla a entrar.

– Ahí estás, cacho… – pero antes de que terminase de hablar la cogí del brazo y la metí en casa.

– ¿Qué haces aquí? ¿Cómo nos has encontrado?

– ¿Tía? O sea, ¿qué tal un «hola, qué tal todo»?

– No hay tiempo, dime.

– Os vi al lado de la casa de Santi yendo en moto y os seguí. Vi que os metíais por el bosque y cogí una ruta que me trajo hasta la casa, y me dije que estarías aquí.

– ¿Y vienes en plena noche y sola?

– Tía, que soy cinturón negro en karate.

– Pero si gritas ante una araña.

– Porque dan mucho asco. ¿Así que vive aquí el buenorro de Aleksander? ¿Y tú con él? ¿Qué habéis estado haciendo? Oh, por tus pintas… ¡Te lo has tirado!

– Sí, le he hecho el amor, es mío, y lo amo, y nunca será tuyo, ¡cacho cerda!

– ¿Qué? Adriana, ¿qué te sucede? – no sabía ni yo, pero de un momento para otro algo dentro de mí había aflorado, viendo a Silvia como una rival y una hipócrita.

– ¡Que me tienes más que harta! Siempre con tu falsa sonrisa, tu puta vida perfecta, y tus ganas de verme caer. Ya sé por qué eres mi amiga y has estado a mi lado todos estos años. Es porque a mi lado tú pareces mil veces mejor, y te consuelas viendo mi vida de mierda. Por eso me aguantas, por eso has sido mi amiga, cuando yo era la marginada. Te has estado riendo de mí, y poniéndome a caldo a mis espaldas con los demás, pero seguías sonriéndome porque te consolabas con la patética vida que yo llevaba. ¡Pues no más! ¡Ya no te lo aguanto más! ¡He encontrado al hombre de mi vida! ¡Cien mil veces mejor de lo que jamás tú encontrarás! ¿Álvaro? Era un buen chaval, y guapo, pero tuviste que encapricharte de mi Aleksander, y dejar de lado a ese chico. ¿Por qué? ¿Te parece encantador? ¿Crees que está más bueno? En eso mides todo tú, en si uno es guapo, o no. En si tiene pasta, o no. ¡PUTA!

– ¡PUES SÍ! ¡Me gusta Aleksander, ¿y qué?! Tú eres una gorda de mierda que no se merece nada de lo que tiene. Estabas bien con Santi, siendo maltratada. Estabas en tu lugar. O con el drogata de Damián y la puta de tu madre. De repente te llevas al chico de oro. Guapo, inteligente, encantador, y con pasta. ¿Qué vio en ti? Si tú no tienes nada. No eres nada. ¿Sabes qué? ¡Yo le di la idea a Carol para que te grabasen tirándote embutido! ¡Yo les he estado diciendo tus debilidades para que la tomaran contigo! Ah, ¿y recuerdas nuestra cita doble, cuando fui al baño? Llamé a Santi, para que se metiera entre Aleksander y tú, y así huyera de ti y de tu mierda de pasado. ¡Yo le había estado dando información para que jodiera tu vida!

Tras confesarme sus crímenes sólo pude sentir alegría, ya que era lo que había estado sospechando yo, y ella acababa de confirmarme. Había estado detrás de todo mi sufrimiento aquella puta traidora. Había estado apuñalándome en la espalda mientras me sonreía. A veces yo misma creía darme cuenta, ¿pero cómo iba a desechar a la «única amiga» que creía tener? Sin embargo por fin pude desatar mis sentimientos reprimidos. Por primera vez, no me acobardé, y me enfrenté a ella con toda la rabia acumulada en mi corazón.

– Ah, ¿sí? ¡Pues te salió el tiro por la culata, zorra! Estamos mejor que nunca, ¿y sabes qué? Aleksander mató a Santi. ¿Te enteraste de lo que le sucedió? Lo hizo mi hombre. No, mi hombre no, ¡mi vampiro! ¡Porque Aleksander es un puto vampiro que te va a rebanar el cuello en cuanto te vea!

– ¿Qué dices? Estás como una cabra. La poli te busca, les voy a decir dónde estás. – dijo temblándole la voz. Toda su bravuconería se había esfumado. Tantos años aguantándomelo, aguantándome las ganas de decirle lo que pensaba de ella porque era mi única «amiga»… Aguantando cómo hablaba sólo sobre sí misma, quejándose de problemas sin importancia. Puta niña pija malcriada…

– Sólo un psicópata podría haber hecho eso a Santi. Un psicópata, y un vampiro. Un ser bañado en la maldad. ¡Eso es Aleksander! ¡Y es sólo mío! ¡Su maldad es MÍA! ¡ES EL AMOR DE MI VIDA, Y TÚ NO ME LO VAS A QUITAR!

Saqué el cuchillo que llevaba guardado detrás de mí.

– Adriana, ¿qué vas hacer? ¿Qué…?

Me dispuse a atacarla con el cuchillo, pero Aleksander apareció de la nada, agarrando a Silvia del cuello.

– Así que por tu culpa, pequeña mosca, Adriana ha sufrido tanto. Así que por tu culpa, Santi pegó a Adriana, ¿eh? Así que por ti no pude entrar a defenderla. Así que por ti… por ti… reprimí más mi odio… Odio… oscuridad… Sangre…

La soltó, arrojándola al otro extremo del hall. Cerró la puerta tras de sí, y lo inspeccioné mejor. Llevaba una herida de bala en el hombro. Se giró hacia mí, y dijo:

– Te prometí que volvería.

– ¿Qué clase de chalados sois? – preguntó Silvia, asustadísima, orinándose encima, incluso.

– Te lo dijo ella, un vampiro. – mostró sus colmillos y se aproximó hacia ella en un parpadeo. Se situó detrás, sujetando su cabeza con una mano. Me miró, y dijo: – ¿Qué será, mi niña? ¿Vive, o muere?

– Muere… – dije, con oscuridad en mi corazón y en mis ojos, y entonces Aleksander partió su cuello, para luego arrancarle la cabeza. En un primer instante no me lo creí, pero después me di cuenta de que sí, de que acababa de presenciar una decapitación brutal y la sangre cayendo a borbotones, ensuciando todo el hall. Yo la había condenado a la muerte. Yo… me había convertido en una asesina. Y lo peor es que, aunque me arrepentía, lo había disfrutado…

 

 

 

©Copyright Reservado

Libre distribución sin fines lucrativos mencionando página y autor

Prohibida su venta

Leer éste, y más capítulos, en: https://romanticaoscuridad.com/glosario-libros-gratis/cenizas-banadas-en-sangre

Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *